Pregunta por qué el latín es el idioma litúrgico oficial de la Iglesia. En realidad, es más bien el idioma oficial de la Iglesia, a secas. En la liturgia, lo es propiamente en el rito latino, el más extendido con mucha diferencia.

De todas formas, ciertamente es en la liturgia donde más se nota ese carácter oficial.

Para situar la cuestión, diremos en primer lugar que es una cuestión de conveniencia. No es una cuestión doctrinal, y ha podido hacerse de otro modo; por ejemplo, poniendo el griego en vez del latín. En cualquier caso, conviene tener un idioma oficial que sirva de referencia en relación con las traducciones a todas las demás lenguas. Ante cualquier duda, hace falta que todos busquemos un solo y mismo texto príncipe, que permita resolverla tomándolo como referencia. De otra forma, nos arriesgaríamos a que haya confusión.

Pero, entre todos los posibles, ¿por qué el latín? El motivo es, en buena parte, histórico. El latín era el idioma culto en Occidente hasta entrado el siglo XVII, ha sido el idioma litúrgico en Occidente a lo largo de casi toda la historia de la Iglesia, procede de la antigua Roma, que es desde el principio la sede de los Papas. Y es idóneo. Hay varias razones para considerarlo así.

A primera vista, puede parecer que el hecho de ser una lengua muerta es una desventaja. En realidad, sucede todo lo contrario. Los idiomas evolucionan. En todos ellos hay palabras cuyo significado varía con el correr de los años y de los siglos. En cambio, no sucede lo mismo con las lenguas muertas. El significado de sus palabras ya no sufrirá variaciones. De este modo, hay garantía de que lo que se escribe hoy en latín será entendido de la misma forma dentro de cinco siglos, o de diez. Además, con una lengua muerta no hay quejas de nadie porque se ha escogido la del vecino en vez de la nuestra.

El segundo motivo de la idoneidad del latín es que se trata de un idioma muy preciso en sus palabras (el griego clásico también, aunque el que exista un griego moderno podría complicar algo las cosas). Leyendo la Biblia, por ejemplo, se da uno cuenta de los problemas de interpretación que pueden tener muchos giros de las lenguas semíticas frente a una lógica rigurosa (¿de verdad quería el Señor que alguien se saque un ojo si es fuente de escándalo?). Con el latín no pasa esto. Es uno de los idiomas que mejor casan con una lógica rigurosa, y por eso da poquísimos problemas a la hora de interpretar el sentido de las palabras. Pero, a la vez –y esto en liturgia importa- , da cabida a un estilo que puede ser bello y poético. A lo largo de la historia se ha hecho mucha literatura y poesía en latín. Un buen latinista, por ejemplo, apreciará el ritmo y la belleza de los prefacios de la Misa en latín, sin que por ello pierdan un significado muy preciso.

En la liturgia, en concreto, se puede apreciar una tímida vuelta al empleo del latín, aunque no sea generalizado. Tiene sentido por la universalidad misma de la Iglesia, la extensión de los medios de comunicación y la movilidad actual de las personas. En una Misa del Papa retransmitida por televisión a medio mundo, la opción más lógica es el latín. También el que haya alguna Misa en latín en las grandes capitales. Si uno va de viaje a Pekín, o a Nueva Delhi, o a donde sea, se sigue mucho mejor si se dice en el idioma común de los católicos, en vez de en un idioma distinto en cada lugar. Sí, claro está, uno no sabe latín… pero basta un simple folleto para seguirla en cualquier lugar, pues de otra forma solo entendemos el lenguaje no verbal. Y, la verdad, se siente uno así más unido a los cristianos de cualquier parte del mundo; no deja de tener su importancia, pues “católica” significa precisamente “universal”.