En su reflexión este mediodía ante miles de fieles presentes en la Plaza de San Pedro antes del rezo del Ángelus, el Papa Francisco explicó cómo se ama a Dios y al prójimo, un mandato de Cristo que caracteriza a los discípulos del Señor.

“Sería ilusorio pretender amar al prójimo sin amar a Dios y sería también ilusorio pretender amar a Dios sin amar al prójimo. Las dos dimensiones (…) caracterizan al discípulo de Cristo” y “son inseparables. De hecho, se sostienen una a la otra”, dijo el Papa desde una de las ventanas del Palacio Apostólico en un lluvioso domingo romano.

El Santo Padre resaltó que “amar a Dios es vivir de Él y para Él, por aquello que Él es y hace. Y nuestro Dios es donación sin reservas y perdón sin límites, es relación que promueve y hacer crecer”.

“Por eso amar a Dios quiere decir invertir todos los días las propias energías para ser sus colaboradores en el servir sin reservas a nuestro prójimo, en buscar perdonar sin límites y en cultivar relaciones de comunión y de fraternidad. El evangelista Marco no se preocupa en especificar quien es el prójimo porque el prójimo es la persona que encuentro en el camino de mis días”.

Francisco precisó que “no se trata de preseleccionar a mi prójimo, esto no es cristiano, es pagano; sino que se trata de tener ojos para verlo y corazón para querer su bien. Si nos ejercitamos para ver con la mirada de Jesús, podremos estar siempre a la escucha y cerca de quien tiene necesidad. Las necesidades del prójimo reclaman ciertamente respuestas eficaces, pero primero exigen compartir”.

“Con una imagen podemos decir que el hambriento necesita no solo un plato de comida sino también una sonrisa, ser escuchado y también una oración hecha juntos”, indicó el Papa.

Tras precisar que el Evangelio de hoy invitar a la cercanía fraterna y a la ternura, el Pontífice resaltó que se trata entonces de “evitar el riesgo de ser comunidades que viven de muchas iniciativas pero de pocas relaciones: ‘estaciones de servicio’, pero de pocas compañía en el sentido pleno y cristiano de estos términos. Dios, que es amor, nos ha creado por amor y para que podamos amar a los otros permaneciendo unidos a Él”.

“Que la Virgen María nos ayude a acoger y testimoniar en la vida de todos los días esta luminosa enseñanza”, concluyó.