El papa Francisco defendió hoy la propiedad privada, pero advirtió que el diablo entra por el amor al dinero y aseguró – bajo la sabiduría cristiana – que el “destino universal de los bienes y su distribución justa es anterior al derecho a la propiedad privada, que debe estar en función de las necesidades primarias del hombre”. 

El Pontífice reflexionó sobre el séptimo mandamiento del decálogo: “No robarás” durante la audiencia general del miércoles 7 de noviembre de 2018 en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. Imágenes de la audiencia

Recursos suficientes para todos

Francisco indicó que en toda cultura, “robar es inaceptable, pues todas defienden el derecho del hombre a poseer bienes”.

Por ello, insistió que “los frutos de la creación están destinados a todo el género humano”. “El mundo es rico en recursos para asegurar a todos el acceso a los bienes fundamentales; sin embargo, muchos viven en una situación de pobreza escandalosa”. 

También indicó que la “riqueza del mundo hoy está en las manos de la minoría, en las manos de pocos, la pobreza, o mejor, la miseria es motivo desufrimiento para tantos, sino para la mayoría”.

No dueños absolutos

Lamentó asimismo que “los recursos naturales” sean  “mal usados”, pues “se van deteriorando y destruyendo”.

Y lanzó un mensaje para el cuidado de la creación: “La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre al servicio de las necesidades de los pueblos. No podemos considerarnos dueños absolutos de las cosas”, agregó. 

Ricos no, administradores 

Y reafirmó: “Cada riqueza para ser buena, debe tener una dimensión social”.

En sentido positivo, expresó: “«no robarás» significa que el Señor nos llama a ser administradores responsables de su Providencia, a aprender a multiplicar con creatividad los bienes que poseemos”. 

El Obispo de Roma invitó a usar los bienes “con generosidad en favor de nuestro prójimo, y de este modo crecer en la caridad y en la libertad”.

Esclavos

En este sentido, exhortó considerar la posesión de bienes como una responsabilidad. “Lo que realmente poseo es lo que sé donar”, destacó, porque “esta es la medida para saber cómo yo logro tener bien o mal las riquezas”. 

De otra manera, explicó, “somos esclavos de lo que poseemos”. “De hecho, si no puedo dar algo, es porque esa cosa me posee, tiene poder sobre mí y soy un esclavo”.

El diablo entra…

Así, advirtió: “Muchas veces hemos escuchado lo que el pueblo de Dios dice: ‘El diablo entra por los bolsillos’. 

“Primero llega el amor al dinero, el afán de poseer, luego la vanidad: ‘Yo soy rico y presumo de la riqueza’  y al final, llega el orgullo y la soberbia. Este es el modo de actuar del diablo en nosotros. Sin embargo, la puerta de entrada son los bolsillos”.

Y concluyó: “Mientras la humanidad lucha por obtener más, Dios la redime haciéndose pobre: ese Hombre Crucificado ha pagado por todo el inestimable rescate de Dios Padre, “rico en misericordia” (Ef 2, 4, ver Gc 5,11 ). Lo que nos hace ricos no son los bienes, sino el amor”.