La Biblia te da la respuesta

Una cosa que siempre me llama la atención cada vez que visito una Iglesia Católica es lo larga que es la fila para recibir la Comunión y lo corta que es la fila de quienes se confiesan. Un conocido predicador católico solía decir que de esa situación solo se pueden deducir 2 cosas: o estamos en una Iglesia llena de santos que nunca pecan o estamos en una Iglesia con un preocupante número de sacrílegos.

Es que recibir la Comunión sin haber ido antes al confesionario es un asunto muy grave y muy olvidado por muchos católicos. Tanto la Iglesia como la Biblia nos advierten de los peligros de esta práctica. En este artículo te explicaré cuáles son las consecuencias de comulgar sin habernos confesado.

Eso sí, para que no piensen que todo es puro legalismo o el tan mentado fariseísmo del Siglo XXI, voy a aprovechar para hacer algunas aclaraciones sin las cuáles no se entendería del todo bien lo que estamos hablando. Te recomiendo tener una Biblia a la mano.

¿Por qué debemos comulgar?

En el capítulo 6 de San Juan vemos cómo Jesús multiplica los panes y los peces. Un importante número de personas, al ver que podían conseguir comida gratis, comenzaron a seguirle por si repetía el milagro. Jesús aprovechó esa ocasión para darles una enseñanza que en ese momento muy pocos entendieron:

“‘Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo’. Discutían entre sí los judíos y decían: ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’ Jesús les dijo: ‘En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él‘”. Juan 6, 48-56.

Por eso la Iglesia Católica enseña que la Eucaristía es comida de salvación. Comulgamos para tener vida eterna, para que Cristo viva en nosotros y nosotros en Él.

¿Por qué debemos confesarnos antes de comulgar?

En cierta ocasión Jesús dijo:

“No den lo que es santo a los perros, ni echen sus perlas a los cerdos, pues podrían pisotearlas y después se volverían contra ustedes para destrozarlos”. Mateo 7, 6.

Lo más santo que tenemos los católicos es la presencia viva y real de Jesucristo en la Santa Eucaristía. Al mismo tiempo, nosotros somos cerdos que se revuelcan una y otra vez en el barro de nuestros pecados. ¿Entonces cómo podríamos recibir algo tan santo? Esto solo es posible gracias al sacramento de la Confesión.

Una confesión bien hecha limpia nuestra alma y nos devuelve el estado de gracia con el cual ya estamos preparados para poder recibir al santo de los santos, Jesús Eucaristía. ¡Pero cuidado! Tiene que ser una buena confesión, sino las cosas podrían ser perjudiciales para nuestra alma.

Habiendo entendido todo esto, ahora sí respondamos a la pregunta de este artículo.

¿Qué pasa si comulgo sin haberme confesado?

San Pablo se encontró con un problema con los cristianos de Corinto. Los corintios asistían a la Santa Cena como si se tratara de una cena más en la que había desorden, muchos no examinaban sus vidas antes de acercarse a la mesa y otros ni siquiera eran conscientes de que recibían a Jesús en ese pan y ese vino. Por eso, San Pablo les advierte duramente lo siguiente:

“Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga. Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos. Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos castigados. Mas, al ser castigados, somos corregidos por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo”. 1 Corintios 11, 26-32.

Gracias a la Confesión, nuestra alma es digna de recibir la Santa Comunión. No lo tomes como un juego. Recuerda que de esto depende tu salvación.