La primera vez que intenté observar el Adviento, fracasé. Ahora hago estas cosas y la mejoría es evidente

Cuando era niña, únicamente escuchaba la palabra ‘Adviento’ en conjunción con la palabra ‘calendario’. Para mí, el Adviento conjuraba imágenes de moldes de chocolate ocultos tras diminutas ventanitas de cartón numeradas con formas de renos, estrellas, caras de Papá Noel, etc.

El Adviento significaba una vertiginosa cuenta atrás hasta el gran premio: la mañana en que un deslumbrante árbol arrojaría decenas de cosas fantásticas compradas en el centro comercial, cosas que yo quería y que, dependiendo del año, variaban desde parafernalia de la banda de chicos de moda hasta ostentosos mocasines de marca.

No obstante, el carácter de la temporada de Adviento es distinto, su propósito es ayudarnos a calmar nuestros corazones y esperar con anticipación esperanzadora la celebración del nacimiento de Jesús. “La espera que estamos llamados a hacer durante el Adviento no es un tipo de espera ajetreada, cegada y frenética”, escribe Katie Jensen en A Sacred Journey, “sino una espera silenciosa y fructífera que te conecta profundamente con el presente y con tu auténtico yo”.

No sé tú, pero la descripción de Jensen no suena en absoluto a lo que he vivido en la mayoría de mis diciembres. Mi bandeja de correo electrónico rebosa con folletos que anuncian suculentas gangas. Los anuncios melodiosos se cuelan en mi salón para insinuar que, si de verdad quiero a ese, esa o esos seres queridos, les compraría este artículo brillante, este anillo resplandeciente, este aparato único en su especie. Los titulares compiten por qué artículo ha sacado la última actualización o el último cambio de imagen. Culturalmente, lo habitual es que la sensación de diciembre sea de bastante ruido.

Sin embargo, el Adviento debería ser un tiempo de silencio y de escucha.En medio del ruido cultural, el Adviento es precisamente lo que necesito. Y aun así, la primera vez que intenté observarlo, respetarlo, guardarlo, cumplirlo, declarando al inicio de la estación que esta vez diciembre sería diferente, fracasé.

La energía frenética de la Navidad secular pasó por encima de mí con la fuerza de un tren. Cuando llegó el 25 de diciembre, no me sentía como si acabara de observar cuatro semanas de sencillez y silencio y espera de lo divino. Me sentí como un ratón agobiado que daba vueltas descontroladamente por un remolino de consumismo para luego irme por el sumidero.

Aquel año, me di cuenta de que para disfrutar con profundidad del Adviento, tenía que elaborar un plan. Si tú sientes también que la presión por comprar te está dejando vacío (y quizás también a tu cartera), si tú también tienes sed de un Adviento verdadero, aquí tienes algunas ideas:

1. Ponte minimalista con los regalos

Replantéate la presión consumista de llegar con un saco enorme lleno de regalos y, mejor, establece limitaciones sanas a la hora de comprar regalos.

Algunas familias regalan solamente lo que cabe en sus calcetines en vez de cubrir toda la base del árbol o llenar todo el salón de regalos. Otros rehúyen por completo de los regalos materiales. Rebecca Wiltberger de Kentucky dice: “He reducido drásticamente mis regalos de Navidad a un sencillo regalo para los hombres de mi familia y otro diferente para las mujeres. Algunos años han sido pijamas y bonitas bufandas. Este año, son galletas caseras para los caballeros y pendientes o pinzas para el pelo para las damas”.

Otra opción, si quieres personalizar tus regalos, es ceñirte a la norma de los cuatro regalos:

  • un regalo que desee el regalado,
  • otro que necesite,
  • otro de atuendo
  • y una lectura.

Estas son las directrices que estoy siguiendo este año y me sorprende la rapidez con que puedo dominar mi deseo de añadir un juguete de Disney más a mi cesta virtual.

2. Planifica antes

Confesión: me encanta ir de compras. Y siempre querré dar a todos mis familiares un regalo individual por Navidad. Sin embargo, ir a la caza del mejor regalo vistiendo mi jersey de mezcla de lana parece no concordar con la quietud de vigilia para esperar y anhelar la plenitud de la vida.

Hace dos años, me comprometí a completar todas las compras navideñas familiares antes del 1 de diciembre y he continuado con ese propósito. Esta elección ha sido crucial para ayudarme a cultivar un Adviento calmado y lleno de oración.  

Si hay algunas tradiciones que sabes que quieres mantener durante la Navidad, como el enviar postales navideñas, intenta tener preparado todo lo que puedas antes de encender tu primera vela de Adviento.

3. Deja atrás ciertas tradiciones

Para poder decir sí a la invitación del Adviento a esa escucha profunda, tendrás que decir no a algunos de los ajetreos habituales de diciembre.

Algunas familias, por ejemplo, declinan las invitaciones a fiestas hasta la Nochebuena. Kay Trafton, de Vermont, dice: “Decidí con antelación qué tradiciones eran importantes y cuáles no”. En su lista de cosas no tan importantes: hacer galletas y enviar postales. Ahora retrasa el envío de tarjetas hasta Año Nuevo. “Fue la mejor decisión que he tomado nunca”, afirma.

“He pasado los 12 días entre Navidad y Epifanía escribiendo de seis a ocho tarjetas por noche y de verdad encontré tiempo para rezar por las personas y escribir mensajes personales. Ya no lo siento como un deber tedioso, sino algo que hago con gusto”. Date permiso para posponer o descartar por completo ciertas expectativas que no aportan nada a tus intenciones de Adviento.

4. Prueba una tradición de Adviento nueva para ti

Si reduces la compra y el ir corriendo a todas partes, tendrás más hueco para otras tradiciones y Adviento tiene varias joyas que ofrecer, desde la coronas de Adviento al árbol de Navidad pasando por el portal de Belén.

Melani Daves Moore y su familia usan esta espiral de madera de Adviento que combina la cuenta atrás diaria del calendario con el encendido de velas de la corona. Cuando encienden una vela cada noche a la hora de cenar, hacen un devocional juntos.

Otras familias llenan sus calendarios de Adviento no con chocolates u otros dulces, sino con pequeños papelitos donde han escrito oraciones, cánticos, frases inspiradoras, canciones e incluso actividades que pueden hacer juntos.

A mí me gusta sacar la escena de la Natividad de juguete de mis hijos y descubrir diferentes versiones del villancico de Sufjan Stevens titulado “O Come, O Come, Emmanuel”.

5. Renuncia a algo

Como me atrae la idea de ayunar durante la Cuaresma, no como forma de autocastigo, sino para simplificar y crear espacio, normalmente renuncio a algo también durante el Adviento.

El primer año, “ayuné” de comprar cualquier otra cosa que no fuera alimentación y elementos necesarios del hogar. Esto me permitió centrarme no en adquirir nuevas cosas, sino en valorar lo que ya tenía en mi vida.

El año pasado, renuncié a los medios sociales. Me encanta mantener el contacto con la gente, pero quise experimentar un sentido más profundo del silencio, una introspección intencional.

Quizás se te ocurra algo de lo que puedas abstenerte, no como una versión moderna y cruel de un cilicio, sino para mirar hacia tu interior y reflexionar sobre tus esperanzas por ti y por el mundo.

6. Afronta un desafío

Cuando renuncias a algo, quizás te sorprenda cuánto te libera para abrazar algo nuevo. ¿Qué práctica diaria podría facilitarte escuchar más tu corazón, para atender a tu alma?

Jenn Giles Kemper, creador del fantástico “Planificador de Días Ordinarios Sagrados”, decidió hacer caminatas diarias al atardecer. Kay Trafton se comprometió a escribir en su diario de 10 a 15 minutos al día.

7. Espera la Navidad… ¡con sus 12 días!

Según el calendario litúrgico, la Navidad no es solamente un día, sino 12. Aunque mi familia intenta mantener a raya la fiebre navideña durante la mayor parte del mes, dejamos que arrase cuando llega el 24 de diciembre.

Celebramos tantos días como podemos de los 12. Holgazaneamos y vemos películas. Preparamos comidas magníficas. Visitamos a familiares que rara vez podemos ver. Si puedes limitar los villancicos, la ingesta de mantecados y las cenas festivas hasta la noche del 24 de diciembre, los 12 días de Navidad sirven a tu cuerpo y alma como una fiesta bien merecida, una que se regocija no en los bienes comerciales, sino en el amor y en la luz.