La Biblia, también conocida como Sagrada Escritura, nos presenta el amor de Dios a la humanidad, nos ayuda a responder a su llamado, nos enseña las verdades importantes de nuestra fe cristiana y nos cuestiona sobre cómo vivimos y nos relacionamos con los demás. Para muchas personas el estudio de la Biblia despierta preguntas significativas. En esta artículo encontrarás respuesta a las preguntas más frecuentes.

¿Qué tiene que ver con mi vida lo escrito hace tanto tiempo?

En la Biblia, Dios se relaciona amorosamente con cada persona; su mensaje es para todas las culturas y tiempos históricos. Dios nos busca en todas las circunstancias de la vida, y al acercarnos con fe a su palabra, descubrimos lo que nos dice en el momento actual.

La Biblia no se desgasta con el tiempo. Será significativa ahora, si la interpretamos en su propio contexto y buscamos cómo aplicar el mensaje de Dios a nuestra vida. A este proceso de leer la Biblia desde la perspectiva de nuestra vida se le llama actualización.

¿En qué consiste la inspiración divina en la Biblia?

Dios comunicó a la humanidad su plan de salvación a través de personas concretas, miembros de un pueblo y cultura determinada que vivieron y transmitieron su mensaje para el bien de toda la humanidad. Por ello puede decirse que la Biblia contiene tres tipos de inspiración: inspiración para actuar según el plan de Dios, inspiración para hablar en nombre de Dios e inspiración para escribir el mensaje que Dios quiso comunicarnos para nuestra salvación.

En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos que, usando todas sus facultades y talentos, obraron movidos por él, «para dejar por escrito todo y sólo lo que Dios quería». El Concilio Vaticano II reafirmó que la Biblia «es palabra de Dios» porque está escrita por inspiración del Espíritu Santo. Por eso usamos la expresión «palabra de Dios» al terminar las lecturas de los libros bíblicos en la liturgia.

¿Habló Dios directamente a los escritores de la Biblia?

El Espíritu Santo inspiró a cada autor para que comunicara la revelación de Dios a través de la historia de salvación. Esto no quiere decir que les dictó su mensaje al pie de la letra, sino que cada cual escribió según el contexto histórico-cultural en que vivió, usó su creatividad y utilizó los géneros literarios comunes y apropiados para expresar su mensaje en su época.

Algunos libros tienen relatos orales provenientes de distintas tradiciones, por lo que hay relatos repetidos con variaciones entre sí; también hay libros escritos por varios autores a lo largo de diferentes décadas. En ambos casos, otro escritor sagrado realizó la redacción final combinando tradiciones y escritos anteriores. Los cristianos creemos que el Espíritu Santo guió a todas las personas que participaron en este proceso.

¿La Biblia nos dice la verdad? ¿Hay «errores» en la Biblia?

La Iglesia Católica cree «que los Libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra». El Magisterio de nuestra iglesia nos da orientaciones que nos ayudan a interpretar correctamente los diferentes sentidos de la Biblia.

Algunos grupos cristianos creen que la Biblia es infalible en todos aspectos, incluso en los datos científicos e históricos. La Iglesia Católica y otras iglesias cristianas creemos que esas cuestiones no están incluidas en la infalibilidad de la Biblia.

¿Qué podemos hacer si encontramos un «error» en la Biblia?

Los «errores» que encontramos en la Biblia pueden deberse a problemas de interpretación, de transmisión o de traducción de un texto. Por eso, es importante estudiar la Sagrada Escritura apoyados por personas capacitadas y libros cuidadosamente escritos. Si encontramos «errores» se recomienda hacer lo siguiente:

  1. Descubrir qué querían comunicar los autores sagrados y el sentido del texto.
  2. Considerar la cultura, los géneros literarios y las formas de sentir, hablar y narrar del tiempo en que se escribió el texto.
  3. Ver si el «error» se debe a diferencias culturales y científicas entre el autor y nosotros.

¿Qué son los géneros literarios?

Los géneros literarios son diversas formas de expresión escrita que tienen sus propias reglas. Corresponden a la época y cultura en que fueron usados. Ver «Vocabulario bíblico: Género literario».
Cuando no se considera el género literario de un texto bíblico es fácil cometer errores. Por ejemplo, interpretar textos que dan un mensaje religioso como si fueran reportes históricos o científicos; leer las exhortaciones y motivaciones como si fueran leyes; considerar enseñanzas clave de Jesús como si no fueran importantes, o ver las historietas que comunican una enseñanza moral como si no fueran historias reales.

¿Qué son los sentidos de la Biblia?

Se conocen como «sentidos de la Biblia» los diferentes niveles de interpretación que pueden tener los textos bíblicos. Éstos son:

  1. Sentido literal. El sentido literal es el expresado directamente por los autores humanos inspirados por Dios; es indispensable y base para los demás sentidos. Puede ser propio o metafórico, según sea el sentido que dio el autor a las palabras, y puede referirse a una realidad concreta o a distintos niveles de realidad. Por eso es muy importante no caer en el literalismo (interpretar todos los textos al pie de la letra) ni en el subjetivismo (interpretar un texto según lo que el lector capta o desea leer en él).
  2. Sentido espiritual. El sentido espiritual es el expresado por un texto bíblico, cuando se lee a la luz del Espíritu Santo en el contexto del misterio pascual de Cristo y de la vida nueva que proviene de él. Este sentido siempre se basa en el sentido literal. El sentido tipológico, que manejan muchos escritores sagrados, consiste en la interpretación de un texto antiguo a la luz de una nueva experiencia de fe y es un ejemplo del sentido espiritual.
  3. Sentido pleno. El sentido pleno es un sentido profundo del texto, querido por Dios, pero no claramente expresado por el autor humano. Se descubre a la luz de otros textos bíblicos o en su relación con el desarrollo interno de la revelación. En realidad, el sentido pleno, si es que lo hubiera, sería ya el senti do espiritual del texto en cuestión, y sólo puede darlo la Sagrada Escritura, la Tradición o el Magisterio de la Iglesia.

Por lo tanto, puede decirse que un texto tiene básicamente dos sentidos: el literal y el espiritual o pleno. Primero hay que buscar el sentido literal para poder descubrir el espiritual. Después hay que preguntarse si además existe algún sentido pleno-espiritual.

¿Basta la Biblia para fundamentar la fe?

Los católicos fundamentamos nuestra fe en tres fuentes: la Biblia, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, los cuales se relacionan y exigen entre sí.

La Biblia es la palabra de Dios en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo con el fin de darse a conocer a la humanidad y comunicarle su plan de salvación. Creemos que aceptar sólo la Biblia como fuente de la fe la haría incompleta y tendríamos peligro de caer en algún error.

La Tradición se origina en la palabra de Dios confiada a los apóstoles y transmitida a sus sucesores para que, guiados por el Espíritu de la verdad, sea preservada, expuesta y difundida entre todos los miembros de la iglesia. Los cristianos católicos conservamos, practicamos y profesamos la fe recibida a través de la Sagrada Escritura y la Tradición.
El Magisterio de la Iglesia consiste en la responsabilidad de cuidar la integridad de las enseñanzas de la Biblia y es ejercido por los obispos en unión con el Papa. Es el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita… en nombre de Jesucristo. El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo lo escucha devotamente, lo custodia celosamente y lo explica fielmente.

¿Por qué tiene la Biblia dos Testamentos?

Dios quiso comunicarse poco a poco en la historia, para que la humanidad pudiera acoger su revelación plena en Jesús. La etapa de preparación a la llegada de Jesús, el Hijo de Dios, se reconoce como Antiguo Testamento, y la etapa que va del nacimiento de Jesús a la vida de las primeras comunidades cristianas se llama Nuevo Testamento.

«El Antiguo Testamento prepara el Nuevo mientras que éste da cumplimiento al Antiguo; los dos se esclarecen mutuamente; los dos son verdadera Palabra de Dios». Nuestra fe cristiana tiene estrecha relación con la fe judía, expresada en el Antiguo Testamento, y algunos actos litúrgicos clave en nuestra iglesia, como la Eucaristía, se originan en eventos centrales judíos como la pascua.

En el Antiguo Testamento, Dios elige a Abrahán y a sus descendientes para formar el pueblo de Dios, y realiza una alianza con Moisés, a quien le dio la Ley. El Antiguo Testamento presenta la historia religiosa del pueblo de Dios (llamado hebreo, israelita o judío, según la época). Algunos cristianos identifican el Antiguo Testamento como «Escrituras Hebreas».

En el Nuevo Testamento, Dios se revela en plenitud, dándonos a su Hijo: Jesús, el salvador del mundo. Jesús era judío y reafirmó las creencias centrales del Antiguo Testamento. Con sus palabras y obras nos comunicó que Dios es nuestro Padre; con su misterio pascual realizó la alianza nueva y eterna, y nos dio al Espíritu Santo para que seamos sus discípulos y proclamemos sus enseñanzas. Los libros del Nuevo Testamento conservan las principales enseñanzas de Jesús y las creencias de la comunidad cristiana sobre él.

¿Por qué la Biblia católica tiene más libros que otras Biblias?

El pueblo judío determinó los escritos inspirados por Dios y los consideró sus Escrituras Sagradas, constituidas por cuatro secciones: Pentateuco, Históricos, Proféticos y Otros Escritos. Los judíos tradicionales desconfiaban de los libros que habían sido escritos en griego por los judíos en la diáspora, mientras que estos últimos sí los consideraban revelados. Dichos libros son: Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, Sabiduría, 1 y 2 de Macabeos, y parte de los libros de Daniel y Ester.

El Nuevo Testamento cita parte de estos libros; los apóstoles y los Padres de la Iglesia los reconocían como revelación divina. La Iglesia Católica los acepta y los usa en la liturgia, y les da el nombre de deuterocanónicos, que quiere decir «aprobados la segunda vez». En el siglo XVI, Lutero prefirió la opinión de los judíos tradicionales al traducir la Biblia, y por ello otras iglesias cristianas no los toman en cuenta.