No soy partidario de esa frase que, desde que vamos al colegio, hemos oído repetida como un mantra una y otra vez: “hay que leer”. Leer no es una obligación: que lea quien quiera.
Leer no es un deber, sino un verdadero lujo, un privilegio, un regalo.
Leer es una actividad original, creativa y cool. Para leer, además, hay que tener personalidad, porque en esta sociedad de pantallas y tuits leer es una actividad casi revolucionaria y contracultural. No sé si lees, si alguna vez leíste o si te gustaría empezar a leer. Lo que me gustaría es que, al terminar este artículo, te entrara el gusanillo de leer. Y, si ya lees, de leer más.
Aquí van las seis razones, no por las que “hay que leer”, sino por las cuales pienso que leer sigue siendo una de las mejores formas de emplear el tiempo, por las que la lectura es una afición absolutamente genial.
1. Leer es muy divertido
Este es el primer motivo por el que recomiendo leer: es divertidísimo. Como es lógico, para divertirse leyendo es imprescindible tener un mínimo de hábito, de costumbre. Pero bueno, nada que no se necesite para divertirse haciendo footing, jugando al rugby o al monopoly.
Al principio los hobbies sofisticados requieren un poco de práctica, antes de empezar a disfrutar. Si uno se rinde pronto, y no es capaz de coger costumbre, solo se divertirá con ocupaciones bastante simplonas y fáciles, como vídeos de risa de youtube o videojuegos de matar marcianos. Diversiones que no están mal, pero que no nos hacen mejores.
Las aficiones más divertidas e interesantes no son tan inmediatas, y requieren un poco de esfuerzo: subir una montaña, tocar un instrumento musical, practicar un deporte muy técnico… innegablemente no es fácil. Pues con la lectura pasa un poco lo mismo.
Ahora bien, superada la primera dificultad, sostenido el esfuerzo, la recompensa es total. Como dijo una vez Walt Disney, “Hay más tesoros en los libros que en todo el botín de la Isla del Tesoro”.
Leer es una fuente inagotable de diversión y entretenimiento.
2. Leer te amplía el mundo
Excepción hecha del viejo Matusalén, que según la biblia vivió varios cientos de años, la vida humana es corta y limitada. Nuestro rango de experiencias personales es siempre pequeño: vivimos en un tiempo y en un lugar concretos; nos relacionamos con un conjunto de personas relativamente reducido; y nuestras capacidades personales son limitadas.
Pues bien, a través de los libros podemos romper todas esas limitaciones, y ampliar infinitamente nuestras experiencias vitales: conocer otras vidas, otras épocas, otros lugares, otros mundos.
Leer no alarga la vida, pero sin duda la ensancha. La lectura, como decía Mary Schmich, es un ticket de descuento a todas partes. Como es lógico, la lectura no es la única forma de ampliar nuestras experiencias: también ver una buena película, una serie interesante o un documental bien hecho puede ayudarnos a tener una visión más rica del mundo. La ventaja de la lectura es que participamos en esas otras vidas de forma más activa, imaginativa y personal: el lector siempre es más protagonista que el espectador.
3. Leer te hace más inteligente
Como se ha escrito, “la lectura es a la inteligencia lo que el ejercicio es al cuerpo”. Leer nos hace más inteligentes por dos razones. En primer lugar, leer enriquece nuestro vocabulario, lo que nos permite pensar con más profundidad, riqueza y rigor. No es lo mismo poder decir, por ejemplo, que un plato de comida está “súper bueno” –porque no se tienen más palabras-, que poder elegir entre los adjetivos rico, sabroso, suculento, delicioso o exquisito. Cuantas más palabras se tienen, mejor puede asimilarse -¡y disfrutarse!- la realidad.
Además, la lectura también nos hace más inteligentes porque nos da la posibilidad de dialogar con otras visiones e ideas acerca del ser humano y del mundo, lo que sin duda amplía nuestra perspectiva de la realidad. Las personas “leídas” son menos manipulables y tienen un mayor espíritu crítico. No resulta llamativo, así, que la mayoría de las dictaduras, para trasmitir una idea monocroma del mundo y terminar con las discrepancias, prohíban la lectura de ciertos autores o de determinados libros.
4. Leer enseña a estar solo y a valorar el silencio
Quizá la primera condición para llevar una vida feliz sea tener una buena relación con uno mismo. Pues bien, pienso que esta relación se construye en tiempos de soledad, de silencio y de tranquilidad. Quien se pasa el día atolondrado, corriendo de aquí para allá como un pollo sin cabeza, es difícil que consiga conocerse a fondo y llevarse bien consigo mismo.
Pues bien, la lectura es un medio magnífico para conseguir esa tranquilidad, para aprender a estar solo y valorar el silencio. En el frenesí ruidoso de nuestra sociedad hiperconectada y estresada, un libro puede ser un verdadero salvavidas para defender nuestra capacidad de reflexión y serenidad.
Como ha escrito José Jiménez Lozano, es probable que de cada rato de lectura lo mejor que saquemos sea precisamente eso: el rato de soledad y silencio. Coger un buen libro, encender una luz cálida, ponerse unas zapatillas y sentarse a leer: placer de personas maduras y libres.
5. Leyendo se hacen amigos
Leer no es, para nada, una actividad solitaria. Como escribió Descartes, “la lectura de todos los buenos libros es como una conversación con las mejores personas de los siglos pasados”. Y es verdad: leer es, en esencia, conversar y compartir.
La literatura universal nos ofrece miles de amigos a quienes admirar, con quienes compartir aventuras, con los que hablar. Estos amigos pueden ser tanto los personajes de una novela -¿quién no ha sentido verdadera complicidad con Bilbo Bolsón, Harry Potter o Kurt Wallander?-, como los propios escritores, con quienes uno va tejiendo una relación de afecto cálido, no por misteriosa menos real.
Estas relaciones, casi mágicas, adoptan las formas más insospechadas: pueden entablarse con escritores coetáneos, pero también con autores fallecidos hace siglos, y con personajes de otra época, históricos o inventados, con elfos, magos, brujas o incluso extraterrestres. Así, “sabes que has leído un buen libro cuando volteas la última página y sientes como si hubieses perdido un amigo” (Paul Sweeney). O como si lo hubieses ganado, añado yo.
A la amistad –u odio eterno- con los autores y protagonistas de los libros, hay que añadir la complicidad que se urde entre personas que han leído los mismos libros, o que comparten gustos literarios y se recomiendan lecturas de forma habitual.
Leyendo, no cabe duda, se hacen muchos y muy buenos amigos, que pueden estar ahí y a quienes se puede volver siempre, a lo largo de toda nuestra vida.
6. Leer impulsará tu carrera profesional
No quiero terminar sin referirme a una última razón por la que es bueno leer, y es que la lectura beneficia indudablemente tu carrera. Es verdad que no se aman los libros porque resulten útiles, pero no hay duda de que lo son.
Las habilidades que se desarrollan leyendo –comprensión lectora, facilidad de palabra, léxico amplio, ortografía cuidada, redacción fluida, amplitud de temas de conversación- resultan innegablemente ventajosas en el ámbito académico y profesional.
Termino el artículo con una cita del presidente estadounidense Harry S. Truman: “No todos los lectores son líderes, pero todos los líderes son lectores”.