Para adorar a Dios, basta con decirle estas palabras sencillas:
“Señor, estoy en tu presencia y reconozco que eres el primero en mi vida. Tú eres mi Dios, mi creador, mi Padre, y me pongo en tus manos.
Toma mi vida y todo lo que me pertenece, porque te amo y quiero pertenecerte sólo a Ti“.
Este acto puede durar así un minuto, un poco menos o mucho más dependiendo de las circunstancias.
Cómo convertirse en un “adorador”
Por la mañana, cuando te levantas, la adoración puede ser el primer acto que le da color a tu día. Igualmente, por la noche, a la hora de acostarse. ¿Y por qué no durante el día, entre dos actividades, por ejemplo? Para ayudarte, puedes establecer varias franjas horarias por día.
Si las circunstancias lo permiten, puedes arrodillarte, como Moisés que se inclina ante Dios. Si no, hazlo en tu corazón, inclinándote y recordando por un momento hasta que le hayas restituido a Dios su lugar, en el centro de tu vida. Y así, realizando actos de adoración, gradualmente te convertirás en un “adorador”.