“La más terrible pobreza es la soledad y el sentimiento de no ser amado […]. La más grande enfermedad hoy en día no es la lepra ni la tuberculosis, sino el sentimiento de no ser reconocido […]. Hay más hambre en el mundo por amor y por ser apreciado, que por pan” (Teresa de Calcuta)
Por supuesto que una buena salud (ausencia de tabaco, de alcohol, dietas sanas, actividad fisca, etc.) promueve un envejecimiento saludable, pero progresivamente los estudios en gerontología subrayan el plano humano, personal, las actividades alentadoras, la ausencia de soledad y el contacto con los amigos.
Se insiste mucho en que la soledad y la ausencia de amigos es letal: este es el eje de nuestro artículo. Los mayores quieren ser socialmente activos, relacionarse, estar con gente de su edad y con personas de otras generaciones. Se ha dicho en numerosas ocasiones: quieren encuentros sociales en los que se cuente con ellos, en los que se les escuche y donde también ellos escuchan y aprendan.
Por supuesto que es bueno acompañar individualmente a un mayor pero el sentimiento de esta persona podría llegar a ser: “Mira que persona tan amable: cómo me hace compañía. Me está dedicando su tiempo”. No es suficiente: no existe suficiente reciprocidad. Uno cuida y el otro es cuidado. El mayor también puede cuidar a los amigos y como veremos a los hijos y a los nietos mayores. Los mayores son sabios, tienen una amplia experiencia de la vida en el plano humano, convivencial y una formación profesional a menudo muy útil.
No solo se trata de que se conviertan en asesores para jóvenes profesionales algunas horas al día, o que sean el insustituible paño de lágrimas para su esposa, hijos o amigos. El objetivo es repensar la vejez desde otros parámetros más innovadores. Lanzar una nueva mirada sobre los mayores en la que se les percibe como actores en una sociedad cambiante en la que los roles no están tan compartimentados como hace unas décadas. Ahora los roles fluyen, y los roles de los mayores pueden fluir para bien.
Los mayores pueden emprender y ofrecer su punto de vista en muchos planos. La literatura científica señala que les gusta reunirse en grupos (es importante que sea regularmente) y dialogar sobre distintos temas, ir al teatro y por supuesto viajar. Sobre todo estar juntos. La amistad es vital. Pero los mayores también quieren estar implicados en tareas útiles.
Ese es el otro elemento de la vejez: quieren ser conscientes que todavía son capaces de aportar su grano de arena, a otro ritmo, en un plano sosegado. No lo olvidemos, a lo largo de la humanidad el anciano, la venerable ancianidad, ha sido fuente de consejo, sabiduría, de prudencia y visión aquilatada de la vida. Hoy para muchos son un estorbo (y ellos lo notan) y su presencia pesa sobre los hijos y la familia, y sobre la sanidad y las pensiones de un modo a veces complejo y oneroso: la creciente esperanza de vida alta está incidiendo progresivamente en estos asuntos.
Además, la reciprocidad intergeneracional queda absorbida o simplemente anulada por el frenético estilo de vida actual y los mayores quedan no únicamente solos sino sintiéndose un peso, un estorbo. La investigación señala que sentirse solos y ser un estorbo es el punto de partida para empeorar en salud, en bienestar.
Se ha creado un nuevo concepto que le da la vuelta al envejecimiento y habla ya no solo de envejecimiento activo sino de envejecimiento exitoso. Es decir: ante el más común envejecimiento usual que todo podemos imaginarnos, con sus achaques y sus alegrías, destaca otro envejecimiento no tan usual. Es el envejecimiento exitoso en el que concurren una serie de factores que hacen que cumplir años sea proceso razonablemente saludable pero sobre todo muy interesante.
Este envejecimiento exitoso consiste en envejecer con un grado de salud alto y en entornos cargados de iniciativa y de sentido. Entonces estar integrados en marcos psico-sociablemente saludables genera un círculo virtuoso en paralelo con la salud biológica
La salud garantizada por la Sanidad Pública no es suficiente, el envejecimiento activo, no cubre todas las expectativas de un mayor. Un mayor necesita sentirse apreciado por los suyos y por otras generaciones. No es solo el cuerpo, la biología, es el alma y el corazón. Y el alma quiere alimentos delicados en belleza, arte, reflexión, en experiencias enriquecedoras y en la aportación del propio saber.
Estamos ante una nueva mirada sobre los mayores tal como se la plantea Joseph F. Coughlin, en su libro La economía de la longevidad (2017). Habla de un mercado creciente, sobre todo en el Occidente más desarrollado (también China e India), y que a la vez está muy desatendido. Los mayores aumentan y tienen más posibilidades y poder adquisitivo gracias a los ahorros, los planes de pensiones privados y las pensiones públicas más que razonables de muchos países.
Y estas realidades le hace pensar a Coughlin en lo que efectivamente necesitan los mayores. Y lo piensa con un mirada nos solo económica sino también psicosocial. Y descubre nuevas dimensiones muy interesantes en la vida de los mayores. Los mira con otros ojos y piensa en lo que a ellos verdaderamente les interesa. Y a los mayores no les interesa una vida estereotipada, repetitiva, en función de nuestra mirada tradicional del mayor. Coughlin se hace cargo, creativamente, sobre cuáles son los deseos y anhelos de los jubilados para hacer negocio pero también para que sean felices.
Nuestra visión no busca pensar en la monetización de los deseos de este segmento creciente de mercado. Pero, insistimos, el mercado es muy perspicaz y quiere darle al mayor lo que más le va a satisfacer: visibilidad, sentido, iniciativa, emprendimiento. Coughlin repasa, por ejemplo, el consumo que los mayores hacen de Airbdb, plataforma digital de oferta de alojamientos entre particulares. Ahí los mayores son más ágiles que nunca. Es una nueva idea dinamizadora sobre la vida de los mayores pero eso es poco desde nuestra perspectiva. Ofrezcamos unas propuestas:
1 Vivir y hablar de cultura
Hay actividades menos rentables que elevan el alma de los mayores: la cultura, la lectura, ver y hablar de cine, salir al teatro, leer y reconstruir las percepciones de lo leído en grupos de lectura. Andar en grupo, formar grupos de encuentro: insistimos construir una vida de amistad regular. No de pascuas a ramos sino en reuniones semanales. O quizá pasar un fin de semana tres matrimonios y una viuda en un hotel cercano lleno de encanto al que se llega en una hora de coche: y allí relajarse y compartir experiencias auténticamente vitales.
2 La acción: voluntariado social
El voluntariado es un capítulo que se integra en este magma de actividades que despliega el mayor con gusto y emprendimiento. El voluntariado formal, regular, comprometido es un capítulo muy estudiado entre mayores. Los hace salir de casa y hace de ellos personas activas y útiles que ayudan en variadísimos planos: hospitales, geriátricos, recogida y entrega de alimentos. Y todo ello es envejecimiento exitoso.
3 Mayores que forman a los más jóvenes
Pero vayamos a la una propuesta más osada y socialmente muy rica. Los mayores, los abuelos, no sólo han de cuidar nietos pequeños, que es a menudo tan necesario como físicamente exigente, sino formar a adolescentes, a jóvenes, a adultos que son hijos (entre 30 y 40) y nietos con más de 14 años. Reunirse y debatir sobre la vida para que, de la sabiduría de los abuelos, hijos y nietos extraigan lecciones para la vida.
Esta es una auténtica iniciativa de solidaridad intergeneracional intrafamiliar: unos mayores que toman la palabra y ofrecen su sabia visión del mundo a unos hijos y nietos que les escuchan atentamente y les preguntan respetuosamente. En reuniones individuales y/o grupales. Los mayores cuidan de los hijos y nietos asesorándolos. Hijos y nietos reconocen a sus mayores, los escuchan con reverencia, los estiman con su presencia que ha de ser regular: “Cada dos semana tenemos reunión con los abuelos que nos ayudan mucho a ver los problemas de cada día con su perspectiva desapasionada, serena y sabia”.
Y esas reuniones han de estar presididas de mucho respeto y muy pocas prisas, de mucha escucha y sosiego. Este plan exige formación. No es espontáneo: debe ser programado. Las familias deben ser formadas pues es un modelo muy claro de solidaridad intergeneracional que no surge de la nada. Entonces los mayores sacan lo mejor de sí y caminan en esa dirección del envejecimiento exitoso con más autoestima, más optimismo y más sentido. Estamos hablando de las siguientes consecuencias: 1) de un mejor funcionamiento cognitivo, 2) una mayor satisfacción vital y 3) un importante compromiso social.
4 Espiritualidad positiva y resiliencia
Este es el último capítulo que la ciencia médica está investigando: la presencia de una espiritualidad positiva que acompaña al mayor con un tono reconciliador, con una perspectiva espiritual ante la muerte, con un sosiego ante la percepción de los últimos años de la vida. Los mayores de nuevo deben trabajar en grupo, sobre la base de la amistad, apoyándose socialmente, con regularidad. O pueden ser dirigidos por religiosos. Reuniones en los hogares o en el templo, son condición de posibilidad para alcanzar una paz que la vida no puede dar. La resiliencia, en un plano más laico, habla de temas semejantes: gratitud, optimismo, sentido de la vida, amistad, apoyo social.