Los textos de la Biblia empezaron a escribirse en tiempos anteriores a Moisés (1.200 a.C). Escribir era un arte raro y caro, pues se escribía en tablas de madera, papiro y pergamino (cuero de carnero).
Moisés fue el primer codificador de las leyes y tradiciones orales y escritas de Israel. Esas tradiciones fueron creciendo lentamente por otros escritores con el paso de los siglos, sin que hubiera una catalogación rigurosa de las mismas.
Así se fue formando la literatura sagrada de Israel. Hasta el siglo XVIII d.C. se admitía que Moisés recibió escrito el Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio); pero en los últimos siglos, los estudios más precisos mostraron que Moisés debe haber sido el autor de toda esta obra.
La postura que la Iglesia católica acepta es la siguiente: El pueblo de Israel, desde que Dios llamó a Abraham de Ur de los caldeos, fue formando su tradición histórica y jurídica. Moisés debe haber sido quien hizo la primera codificación de las Leyes de Israel, por orden de Dios, en el siglo XIII a.C.
Después de Moisés, el bloque de tradiciones fue enriquecido con nuevas leyes debido a los cambios históricos y sociales de Israel.
A partir de Salomón (972-932), empezó a existir en la corte de los reyes, tanto de Judá como de Samaria (reino cismático desde 930 a.C.) un grupo de escritores que velaban por las tradiciones de Israel: eran los escribas y sacerdotes. De su trabajo surgieron cuatro colecciones narrativas históricas que dieron origen al Pentateuco:
- Colección o código Yahvista (Y), en el que predomina el nombre Yahve. Tiene estilo simbolista, dramático y vivo; muestra a Dios muy cerca del hombre. Tiene su origen en el reino de Judá con Salomón (972-932).
- El código Elohísta (E), predomina el nombre Elohim (=Dios). Fue escrito entre 850 y 750 a.C. en el reino cismático de Samaria. No usa tanto el antropoformismo (representar a Dios a semejanza del hombre) del código Yahvista. Cuando sucedió la caída del reino de Samaria, en 722 para los asirios, el código E fue llevado al reino de Judá, donde se realizó la fusión con el código Y, dando origen a un código YE.
- El código (D) Deuteronomio (=repetición de la Ley, en griego). Se cree que tiene su origen en los santuarios del reino cismático de Samaria (Siquem, Betal, Da,…) repitiendo la ley que se obedecía antes de la separación de las tribus. Tras la caída de Samaria (722), este código debió llevarse al reino de Judá, y todo indica que se guardó en el Templo hasta el reinado de Josías (640-609 a.C.), como se ve en 2 Rs 22. El código D sufrió modificaciones y su redacción final es del siglo V a.C., cuando íntegro fue adjuntado a la Torá. En el Deuteronomio se observan cinco “deuteronomios” (repetición de la ley). La característica marcada del Deuteronomio es el estilo fuerte que recuerda las exhortaciones y prédicas de los sacerdotes al pueblo.
- El código Sacerdotal (P) – probablemente los sacerdotes judíos durante el exilio de Babilonia (587-537 a.C.) tenían redactadas las tradiciones de Israel para animar al pueblo en el exilio. Este código contiene datos cronológicos y tablas genealógicas, ligando el pueblo del exilio a los Patriarcas, para mostrarles que fue el propio Dios quien escogió a Israel para ser una nación sacerdotal (Ex 19,5s). El código P enfatiza el Templo, el Arca, el Tabernáculo, el ritual, la Alianza.
Todo indica que en el siglo V a.C., un sacerdote, tal vez Esdras, fundió los códigos YE y P, colocando como apéndice el código D, formando así el Pentateuco o la Torá, como la tenemos hoy.
Si no fuera por la Iglesia católica, no existiría la Biblia como la tenemos hoy, con los 73 libros canónicos, esto es, inspirados por el Espíritu Santo.
Fue con un largo proceso de discernimiento con el que la Iglesia, desde el tiempo de los Apóstoles, fue haciendo crecer la Biblia, y descubriendo los libros inspirados. Si crees en el dogma de la infalibilidad de la Iglesia, entonces puedes creer en la Biblia como Palabra de Dios. Pero si no crees, entonces la Biblia pierde su infalibilidad, esto es, su ausencia de error.
Tardó algunos siglos que la Iglesia llegara a la forma final de la Biblia. En varios concilios, algunos regionales y otros universales, la Iglesia estudió el canon de la Biblia, es decir, su índice.
El Catecismo de la Iglesia católica y el Concilio Vaticano II nos garantizan que “fue la Tradición apostólica la que hizo a la Iglesia discernir qué escritos debían ser enumerados en la lista de los Libros Sagrados (DV 8, CIC 120).
Por tanto, sin la Tradición de la Iglesia no tendríamos la Biblia. San Agustín decía: “No creería en el Evangelio, si no me moviera a ello la autoridad de la Iglesia católica” (CIC, 119).