Dice el profeta: “La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará”
La generosidad del que da más de lo que tiene es la que yo anhelo.
Quizás porque me parece imposible. La generosidad de entregar todo lo que uno tiene cuando me puede ser tan útil en el futuro.
No quiero dar sólo lo que me sobra, sino lo que necesito para seguir viviendo, amando. A veces me da miedo quedarme sin lo que necesito.
Pero Jesús quiere que yo no tema, que no me angustie ante el futuro incierto. Y yo tengo tanto miedo a la vida, al futuro, a pasar hambre,… ¿Cómo no voy a guardar por si luego no tengo suficiente?
Me da miedo no tener suficiente, para mí y para los míos. La inseguridad de la vida.
Dios es misericordioso con el que más da. A menudo me veo dando cosas. Algo de mi tiempo. Algo de mi vida. Unos cuantos talentos. Tal vez me da miedo quedarme sin nada.
Me asusta dar hasta que me duela. Mi generosidad no es tan grande. Soy egoísta guardando para un futuro que desconozco.
Me gustaría ser más libre. La verdadera pobreza es la de aquel que menos necesita. Dice el profeta: “La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará”. Parece imposible, pero para Dios nada lo es.
Puede hacer que mi alma no se vacíe cuando me entregue por entero. Y que mi amor no se gaste cuando más ame.
Quiero alabar y darle gracias a ese Dios de mi vida que siempre es fiel: “Alaba, alma mía, al Señor. Que mantiene su fidelidad perpetuamente”.
Él es siempre fiel. Aunque yo no lo sea.