Los cristianos dan a la primera parte de la Biblia el nombre de Antiguo Testamento. Es una colección de escritos que dan testimonio de la creación y del cariño de Dios hacia los hombres antes de que Jesús llegara al mundo. «Antiguo» no significa «anticuado», sino «originario».

Este «Antiguo Testamento» fue la Biblia de Jesús. Él la conocía, la amaba y la citaba a menudo. Es la base de su anuncio. Jesús ve su tarea en traducir el mensaje del Antiguo Testamento a un nuevo espíritu.

Muchas manos han cooperado en la redacción del Antiguo Testamento. Son pocos los libros de los que se sabe quién los escribió y cuándo. La mayoría de los libros del Antiguo Testamento fueron escritos en hebreo, y algunos en arameo o en griego. La mayoría surgieron en Israel; algunos también fuera de Tierra Santa. Pasaron siglos hasta que el Antiguo Testamento surgió y adquirió su forma actual.

El Antiguo Testamento es para el judaísmo toda la Sagrada Escritura. El Nuevo Testamento no es reconocido en el judaísmo. Según la tradición judía, la Biblia hebrea tiene tres partes: la Torá, los Profetas y los demás Escritos. La Torá comprende los primeros cinco libros de la Biblia (desde el Génesis hasta el Deuteronomio). Los Profetas comprenden tanto algunos libros históricos (a partir de Josué) como también las llamadas «Colecciones proféticas», que comprenden Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce Profetas menores (desde Oseas hasta Malaquías). Los «demás Escritos» comprenden todo el resto de las obras escritas en hebreo, por ejemplo, los Salmos.

El Antiguo Testamento cristiano está estructurado de forma un tanto diferente. Después del «Pentateuco» (Génesis hasta Deuteronomio)

vienen los libros históricos, después los libros sapienciales y, por último, los Profetas, entre ellos también el libro de Daniel. Además, el Antiguo Testamento de la tradición de las Iglesias orientales y de la Iglesia católica romana contiene más libros que la Biblia judía: el Eclesiástico, Baruc, Tobías, Judit, 1 y 2 Macabeos y Sabiduría. También el Nuevo Testamento tiene pasajes de esa índole.
Los escritos del Antiguo Testamento reflejan una revolución en la historia de las religiones de la humanidad. Mientras que casi todos los pueblos del entorno de Israel daban culto a cientos y miles de dioses, en Israel surgió la fe de que existe un único Dios de todo el universo. El judaísmo, el cristianismo y el islam están marcados por esta convicción fundamental.

El Antiguo Testamento contiene pasajes que hablan muy abiertamente de violencia. A veces Dios mismo aparece como violento. Esto muestra, por un lado, que la Biblia mira con realismo también los aspectos difíciles y dolorosos de la realidad. Dios tiene que ver con todos los aspectos de la vida. Pero por el otro lado, tenemos que leer e intentar comprender estos pasajes con mucho cuidado. Nunca debemos malinterpretar los pasajes de la Biblia como justificación de la violencia destructiva. Dios es sobre todo el Dios de la vida (Gén 1-2) y de la misericordia (Éx 34,6-7).

La Torá

La palabra hebrea Torá significa «doctrina», «enseñanza». Designa los cinco primeros libros de la Biblia (Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio). Al igual que los Evangelios en el Nuevo Testamento, también la Torá se destaca por su colocación al comienzo y por su importancia. Ella es el fundamento en el que descansa todo lo que viene después. En el Antiguo Testamento cristiano, la Torá se denomina «Ley», porque contiene la revelación de la ley a Moisés en el Sinaí, encabezada por las «diez palabras» (los diez mandamientos).

La Torá narra en un gran ciclo desde la creación (Génesis 1-2) hasta el día de la muerte de Moisés (Deuteronomio 34). A la denominada historia de los orígenes (Gén 1-11) siguen los
relatos de los patriarcas y matriarcas (comenzando por Abrahán y Sara, Gén 12-50), de la liberación del pueblo de Israel de Egipto (Éxodo 1-15), del prolongado encuentro con Dios al pie del monte Sinaí (de Éxodo 19 hasta Números 10) y los extensos discursos de Moisés el último día de su vida, como los encontramos en el libro del Deuteronomio.

De ese modo, la Torá representa una suerte de «pre-historia» que antecede al comienzo de la vida del pueblo de Israel en Tierra Santa. Con la creación, la vocación de Abrahán, la revelación del Nombre de Dios, la liberación de Egipto y el don de la Ley, la Torá sienta las bases de la fe en Dios tanto en el judaísmo como en el cristianismo.

El libro del Génesis

El primer libro de la Biblia se inicia con la creación del mundo y del hombre por parte de Dios (Gén 1-2) y concluye con la presencia de la gran familia de Jacob (que lleva el nombre de Israel) en Egipto. Más adelante los israelitas se marcharán de nuevo de allí, tal y como se relata en el libro del Éxodo.

En los primeros once capítulos del libro del Génesis, se pone el acento en la creación y en el ser humano como conjunto. Muestra cómo el Dios bíblico lo abarca todo y está presente en todo el universo. Él sella con Noé una alianza con todos los seres vivientes (Gén 9) y les da su bendición. El signo de esa alianza es el arcoíris (Gén 9,12-17).

En los capítulos siguientes, el Génesis muestra cómo Dios establece relaciones con los hombres: él los acompaña y les asegura su firme apoyo. Esto mismo experimentan de manera especial Abrahán, Isaac y Jacob con sus mujeres e hijos, en especial en situaciones difíciles. Sea en tiempos de hambre, en el propio fracaso, en los conflictos o en la vida en tierra extraña: en todas las dificultades, Dios les demuestra que es su auxilio.

El libro del Éxodo

El libro del Éxodo relata la historia de la fundación del pueblo de Dios, Israel. La familia de Jacob (= Israel) se convierte en Egipto en un gran pueblo. Un nuevo faraón oprime a los israelitas porque son extranjeros (Éx 1). Moisés es salvado siendo un bebé (Éx 2). Dios le encarga liberar a Israel de Egipto (Éx 3-4). Esa liberación solo se alcanza después de una larga lucha de poder con el faraón (Éx 5-11). El pueblo de Israel celebra la primera Pascua, en hebreo pésaj (Éx 12). Dios conduce a Israel a través del mar Rojo, en el que sucumbe el ejército egipcio (Éx 14). Israel celebra la victoria (Éx 15), pero pronto tiene que superar las primeras pruebas en el desierto (Éx 16-18). Cuando el pueblo llega al pie del monte Sinaí, Dios sella con ellos una alianza
(Éx 19-24). Dios se aparece en medio de truenos y relámpagos (Éx 19) y anuncia los diez mandamientos (Éx 20) y otras leyes (Éx 21-31). Mientras Moisés está en el monte, el pueblo se fabrica un ternero de oro y lo adora (Éx 32). Tras una grave crisis, Dios se deja reconciliar por Moisés y perdona al pueblo (Éx 34). De ese modo puede construirse el santuario, en el que Dios quiere acompañar a Israel (Éx 35-40).

En el libro del Éxodo, Dios revela su nombre (Éx 3), promulga los diez mandamientos (Éx 20) y anuncia su infinita disposición a perdonar la culpa (Éx 34). El libro del Éxodo muestra cómo Dios se preocupa por nosotros, los hombres: Dios quiere tener con nosotros un encuentro espiritual, pero interviene también de forma concreta en pro de la libertad política y de la justicia social. Dios nos ha dado a los hombres un lugar en su corazón.

El libro del Levítico

El tercer libro de la Biblia se encuentra en el centro de la Torá. El nombre proviene de los levitas, los asistentes del culto. Todo gira en torno al encuentro con Dios: el sacrificio, los actos cultuales, los sacerdotes, las fiestas. La santidad de Dios, sin embargo, debe manifestarse también en la comida, en los vestidos, en el comporta­ miento y especialmente en el amor al prójimo y al extranjero (Lev 19). Para que esto sea posible, Dios perdona las culpas de toda la comunidad una vez al año, en el denominado «día de la expiación» (en hebreo yom kippur, que para los judíos es la fiesta más importan­ te). De ese modo se hace concreta la misericordia que Dios prometió a Israel después de su pecado con el becerro de oro (Éx 34,6­7). Aarón como sumo sacerdote tiene un papel especialmente importante. En la celebración se muestra simbólicamente cómo Dios regala su perdón.

El libro de números

El nombre «Números» hace referencia a la enumeración de los hombres aptos para la guerra del pueblo de Israel en el capítulo 1. El libro se denomina en hebreo «En el desierto», título que retoma la indicación de lugar del versículo primero.

Este cuarto libro de la Biblia describe la despedida del Sinaí (Núm 1-10) y el camino de la comunidad en dirección hacia la tierra prometida. Israel tiene que atravesar nuevamente (después de Éx 15-19) el desierto y se producen nuevos conflictos. Esto muestra que el pueblo está lejos del ideal de «santidad» exigido en el libro del Levítico. A diferencia de la «murmuración» en el libro del Éxodo, aquí se desata una rebelión después del encuentro con Dios acontecido al pie del Sinaí. Sus consecuencias, por tanto, serán más duras en el libro de los Números.

Antes de la partida, Dios da al pueblo en Núm 6 indicaciones para una forma especial de dedicar la vida a Dios y una fórmula de bendición que deben pronunciar los sacerdotes: la denominada «bendición de Aarón», que ha tenido también fuerte influencia en la liturgia cristiana (Núm 6,22-27).

A partir de Núm 22 se va haciendo más presente la meta de la tierra prometida. El vidente Balaán bendice a Israel (Núm 23-24), Josué es instituido como sucesor de Moisés (Núm 27,12-23) y se reparte el territorio al este del Jordán (Núm 32). Así, todo está preparado para la entrada en la tierra prometida, solo precedida por el gran discurso de despedida de Moisés, que es el libro del Deuteronomio.

El libro del Deuteronomio

En el libro del Deuteronomio, Moisés pronuncia sus discursos de despedida del pueblo de Israel en el país de Moab (en la actual Jordania) poco antes de la entrada en la tierra que Dios había prometido a Israel (Dt 1-30). Moisés establece a Josué como sucesor (Dt 37,7-8), consigna la Torá por escrito y se la entrega a los responsables del pueblo (Dt 31,9). Tras el canto de Moisés (Dt 32) y su bendición (Dt 33), Dios deja que Moisés pueda ver desde el monte Nebo la tierra prometida, a la que no podrá entrar, y al final muere (Dt 34).

En sus extensos discursos, Moisés resume lo que el pueblo de Israel debe aprender de su pasado para el futuro. Basándose en todas las experiencias tenidas durante el camino, amonesta al pueblo a escuchar a Dios (p. ej., Dt 1-3). Reitera, explica e interpreta las leyes que recibió de Dios en el Horeb (denominado Sinaí en el Éxodo) (Dt 5-26). Esto es necesario porque casi todos los israelitas que estaban junto al Sinaí tenían que morir en el desierto (kNúm 14). Moisés hace comprensible la ley de Dios para la nueva generación y, de esa manera, muestra cómo también en el futuro la comprensión de la religión tendrá que interpretarse siempre de nuevo. El cambio de las circunstancias en un tiempo nuevo exige de nosotros que reflexionemos y apliquemos la sabiduría del pasado al tiempo presente. Este mensaje del libro del Deuteronomio es especialmente importante para nuestro tiempo.

Moisés coloca antes de la repetición de los mandamientos el «mandamiento principal»: Israel tiene que «escuchar» y «amar» al único Dios verdadero (Dt 6,4s). Este mandamiento es fundamental también para Jesús y para el cristianismo.

Libros históricos

La Torá trató la historia previa de Israel y sentó las bases para la convivencia del pueblo. Los libros históricos muestran ahora cómo a lo largo de las distintas épocas históricas ese programa se realiza solo parcialmente y qué problemas se suscitan por ese motivo.

Una primera fase se inicia con Josué, sucesor de Moisés, y discurre a través del período de los «Jueces» y del profeta Samuel hasta los Reyes en Judá, el reino del Sur, e Israel, el reino del Norte. En esta fase se describe el lento fortalecimiento del pueblo en el país, pero se muestra también cómo, en definitiva por el múltiple fallo sobre todo de los responsables, se llega al derrumbe. La toma de Samaría en el año 720 a. C. por los asirios y la destrucción de Jerusalén en 587 a. C. por los babilonios significan el fin de la autonomía política durante un largo tiempo.

Los libros de las Crónicas relatan este mismo pasado desde una perspectiva esperanzada y colocando el acento en el templo, los sacerdotes, los levitas y el culto. Esto conduce a un nuevo comienzo en tiempos de los persas, un proceso que se hace especialmente tangible en Esdras y Nehemías.

La creciente importancia del individuo y, en particular, de las mujeres se refleja en algunos libros más breves que colocan en primer plano a algunas personas individuales. Rut, libro colocado entre Jueces y Samuel, pone de relieve la extraordinaria solidaridad de una moabita. El ángel Rafael es en el libro de Tobías un ejemplo del acompañamiento protector de Dios. Ester y Judit dan a dos valientes mujeres un papel clave en la salvación de su pueblo.

Los dos libros de los Macabeos tratan sobre los enfrentamientos en el siglo ii a. C., cuando judíos piadosos fueron oprimidos en la práctica de su religión y se sublevaron en contra de ello. Así, los «libros históricos» del Antiguo Testamento se extienden por todo un milenio y muestran cómo Dios acompaña siempre y de muy diversas formas a los hombres que confían en Él. 

El libro de Josué

Los libros de Josué hasta Reyes se denominan en el judaísmo los «Profetas anteriores», ya que son profetas los que en ellos desempeñan el papel más importante. El libro de Josué relata cómo este, sucesor de Moisés, conquista junto con el pueblo de Israel la tierra prometida (Jos 1-12) y la reparte entre las doce tribus (Jos 13-22). Antes de morir, Josué renueva la alianza entre Israel y Dios (Jos 23-24). Dios cumple así su promesa de dar a Abrahán y a su descendencia el país de Canaán (k en especial Gén 12,1-7; Éx 3,8).

En el Deuteronomio, Moisés había ordenado a los israelitas matar sin miramientos a los que hasta entonces habían habitado el país. Por ese motivo, el de Josué es libro muy bélico y problemático. Frente a esto tenemos que considerar que nunca se dio una conquista cruenta del país. La ciudad de Jericó (Jos 6) no estaba habitada en esa época. Las historias guerreras pretenden mostrar cómo Dios protege a su pueblo de todo peligro. Además, estos relatos quieren disuadir a Israel de hacer propias las religiones y costumbres de los pueblos de Canaán: nunca más debe haber sacrificios de niños en Israel (kDt 12,31). Los libros históricos no deben ser utilizados de forma abusiva para justificar la violencia en nombre de Dios.

El libro de los Jueces

Los jueces mencionados en este libro no son solamente funcionarios de la administración de justicia, sino también jefes del pueblo. En la mayoría de los casos salvan al pueblo de los peligros que lo amenazan. Jueces famosos son, por ejemplo, Débora, Gedeón, Jefté y Sansón (Jue 13-16).

El libro trata varias veces de forma crítica las cuestiones que se plantean sobre el gobierno de una comunidad así como sobre la relación entre mujeres y hombres. Muestra una buena captación de problemas como los que se presentan con la instauración de la monarquía en Israel en Jue 9.

El libro de Rut

Rut es la nuera de Noemí. En el relato que lleva su nombre se trata sobre todo la amistad entre ambas mujeres, que superan juntas grandes desafíos. En su fiel amistad Dios muestra su propia fidelidad. Mientras que en la mayoría de las historias de la Biblia los papeles principales los tienen los hombres, este libro está narrado desde la perspectiva de las mujeres. Se desarrolla en el tiempo de los jueces y, por eso, está situado después del libro de los Jueces. Al final se pone de manifiesto que Rut es una de las antepasadas del rey David, y por lo tanto también de Jesús.

Los libros de Samuel

El profeta Samuel, hijo de Ana y Elcaná, desempeña un papel protagonista en los dos libros que llevan su nombre. Él unge a los dos primeros reyes de Israel, Saúl y David, cuyas historias también se relatan en estos libros (David muere en 1 Re 2,10). De ese modo, Samuel está situado en una fase crítica de la historia de Israel, en la transición de una conducción más bien informal por parte de los jueces (el denominado tiempo preestatal) al reinado de Israel (aprox. 1000 a. C.).

A pesar de que Samuel advierte al pueblo en nombre de Dios de los peligros de la monarquía, el pueblo insiste en el deseo de tener un rey y Samuel lo acepta en contra de su propia convicción (1 Sam 8). A la larga, ese camino conduce al hundimiento, proceso que se muestra claramente en los siguientes libros de los Reyes (2 Re 24-25). Al leer esta historia se comprende qué es lo importante en la vida de una comunidad.

Los relatos de los libros de Samuel, al igual que la historia de José, son de los más vivos y entretenidos de la Biblia. Estas historias muestran cómo los hombres luchan en la fe con sus faltas y debilidades y cómo, a pesar de todo, Dios está siempre con ellos.

Los libros de los Reyes

Después de que los libros de Samuel relataran la historia de los primeros reyes de Israel, Saúl y David, los libros de los Reyes tratan el resto de la historia de la monarquía hasta su caída. Salomón es el último en reinar sobre todo Israel y edifica el templo de Jerusalén (1 Re 1-11). Bajo el reinado de su hijo Roboán, el gobierno se divide en el reino del Norte, Israel (el rey Omrí funda Samaría como capital, 1 Re 16,24), y el reino del Sur, Judá, con Jerusalén como capital. Los gobiernos de ambos reyes se relatan de forma paralela hasta que en 720 a. C. el reino del Norte es conquistado y destruido por los asirios (1 Re 12 2 Re 17). La historia del reino del Sur, Judá, termina cuando el rey babilonio Nabucodonosor destruye Jerusalén y hace deportar a una parte de la población de Judá al exilio en Babilonia (2 Re 24-25).

Los libros de los Reyes quieren mostrar que estas catástrofes sucedieron porque muchos reyes fueron infieles a Dios y le desobedecieron a pesar de que Dios les había enviado varios profetas. Los profetas Elías y Eliseo (1 Re 17 2 Re 13) e Isaías (2 Re 19-20) son mensajeros de Dios. Son también figuras de Cristo.

El libro de las Crónicas

Estos dos libros provienen de la época en torno al año 200 a. C. Surgieron a raíz del deseo de exponer de nuevo la historia de Israel. Retoman la historia de los libros de Samuel y de los Reyes, pero colocan nuevos acentos y aportan más textos, sobre todo con motivos religiosos. Temas como el templo, el culto y las actividades de los sacerdotes y de los cantores del templo se desarrollan aquí de forma mucho más extensa. Los dos extractos siguientes son ejemplos de los aspectos nuevos en la exposición de la historia.

Los libros de Esdras y Nehemías

Los libros de Esdras y Nehemías forman una unidad. Tratan del regreso de los habitantes de Judea de su exilio en Babilonia y de la reconstrucción del templo y de la muralla de Jerusalén. El rey persa Ciro hizo esto posible mediante un edicto en el año 539 a. C. Ambos libros comienzan con un plan de reconstrucción del templo o de la ciudad, propósito que se alcanza con la ayuda de Dios.

Esdras era un sacerdote y escriba que actuó presumiblemente en el año 398 (Esd 7,7: «El año séptimo del rey Artajerjes», seguramente de Artajerjes II). Muchos suponen que intervino esencialmente en la elaboración de la Torá y en su aceptación por la comunidad (véase Neh 8).

Nehemías fue gobernador y se preocupó de la restauración de Jerusalén y de la convivencia en la ciudad. Su labor comenzó probablemente ya en el año 445 (Neh 1,1: «En el mes de quisleu del año veinte», probablemente de Artajerjes I). Ambas figuras son clave para la renovación de la vida política y religiosa en Jerusalén y en Judá en el tiempo que siguió al exilio. Su actuación permitió que diera aún más fruto lo que había comenzado a crecer lentamente con la construcción del segundo templo (520-515) y con las repatriaciones de los descendientes de los exiliados.

El libro de Tobías

Tobit, hombre justo y piadoso, vive exiliado en Nínive, Asiria. Por desgracia, queda ciego. Simultáneamente, una pariente suya, la joven judía Sara, hija de Ragüel, sufría en Media (en el actual Irán) el acoso de un demonio, que mataba la noche antes a todos los hombres con los que iba a casarse. Tobit envía a su hijo Tobías a Gabael (junto a Ragés) para recuperar un dinero prestado. Durante el viaje, cerca de Ecbatana de Ragés, el ángel que acompaña a Tobías le convence a este de pasar la noche en casa de un pariente. En su casa, cura a la hija de la familia, Sara, y posteriormente sana también a Tobit. Tobías y Sara se casan. El libro de Tobías muestra cómo Dios asiste a las personas que se esfuerzan por una vida recta y que oran con confianza.

El libro de Judit

Este relato didáctico fue posiblemente compuesto en arameo, pero solo se ha conservado en versión griega. La heroína del libro se llama Judit, que significa «la de Judá». El nombre remite ya a su responsabilidad por su pueblo y a su compromiso: Judit salva su ciudad, Betulia, matando al jefe del ejército enemigo; de ese modo, salva también a su pueblo de una inminente aniquilación (Jdt 13). Antes, la falta de agua había llevado a los ancianos del lugar a decidir entregarse al quinto día si Dios no intervenía antes. En esa situación actúa Judit.

El libro de Ester

Al igual que el de Judit, el libro de Ester es un relato ejemplar. La acción se desarrolla en la corte de Persia. La joven judía Ester se casa con el rey Artajerjes y, de ese modo, se convierte en reina (Est 2). Amán, un alto funcionario persa, planea el exterminio de todos los judíos (Est 3,6). Ester se entera de ese plan a través de su primo Mardoqueo y está dispuesta a arriesgar su vida por su pueblo amenazado presentándose ante el rey sin haber sido citada (Est 4). Este la recibe favorablemente y ella expone su inquietud en el marco de un banquete.

El libro de los Macabeos

Estas dos obras solo se encuentran en la Biblia griega y relatan acerca del levantamiento de Matatías y sus hijos contra la profanación del templo por el rey seléucida Antíoco IV en el año 167 a. C. Su proceder contra la religión tradicional y sus costumbres desató una violenta resistencia de los judíos piadosos. Vinieron después décadas de luchas que, finalmente, condujeron a la independencia así como al dominio de los Asmoneos. El segundo libro de los Macabeos describe el sufrimiento de los que permanecieron fieles a la fe hasta el martirio de Eleazar y de los siete hermanos y su madre (2 Mac 6-7). El menor se mantiene firmemente fiel a Dios a pesar de las tentativas del rey de seducirlo y aun habiendo tenido que presenciar el cruel asesinato de sus hermanos.

Libros sapienciales

La reflexión de Israel y sus especiales experiencias no se quedaron solamente en la fundamentación de su convivencia en la Torá y en el enfrentamiento crítico con su historia, a lo largo de la cual muchas veces se hizo caso omiso de la Ley de Dios, sino que abarcaron también otras perspectivas. El nombre de «Escritos» designa la tercera parte de la Biblia hebrea después de la Torá y de los Profetas. Los libros que contienen se denominan habitualmente en el ámbito cristiano «Libros Profetas».

Job destaca entre ellos por la intensidad con la que plantea la pregunta por el sufrimiento del inocente, sondea en los discursos de los interlocutores posibles soluciones y, finalmente, hace que Dios dé su respuesta hablando en enigmas.

Los Salmos son testimonios de una gran cercanía a Dios. Los orantes presentan en ellos sus inquietudes personales a Dios en un lenguaje franco, a veces hasta drástico. Los Salmos pertenecen al tesoro imperecedero de la humanidad porque ayudan a dirigirse a Dios y a profundizar la relación con él en las situaciones más diversas.

El libro de los Proverbios se compone de varias colecciones que reúnen y enlazan sabidurías de vida y experiencias de fe. En ellos se condensa aquello que algunos sintieron en su vida cotidiana y en su relación con Dios y que quieren transmitir a otros como enseñanza probada.

El Eclesiastés tiene su origen en un «espíritu crítico» que cuestiona posturas habituales y quiere reconocer el verdadero valor de las cosas y de los comportamientos. El libro conduce a perspectivas desacostumbradas y estimula a buscar lo verdaderamente permanente en la vida.

El Cantar de los Cantares es un texto inigualado en la Biblia en lo tocante al amor entre el hombre y la mujer descrito como realidad inmensamente valiosa y en la que se percibe la fuerza de Dios.

El libro de la Sabiduría describe a un Dios amigo de los hombres, y el Eclesiástico ofrece una síntesis de tradiciones judías con la vista puesta en los nuevos desafíos que había que enfrentar en el siglo ii a. C.

Los libros sapienciales en su conjunto muestran así el constante empeño de Israel por mantener viva la fe frente a preguntas críticas y a procesos de cambio, lo que sirve para dar así orientación y apoyo a los hombres que están en unión con Dios.

El libro de Job

El libro de Job es uno de los más importantes de la literatura universal. Esta obra fusiona la poesía más elevada con un profundo mensaje espiritual que no se contenta con respuestas simples. Se enfrenta intensamente a la pregunta de por qué los hombres tienen que sufrir y de cómo puede Dios permitirlo. El libro llega a una respuesta cargada de misterio (Job 38-42).

El comienzo relata cómo Job, hombre rico y justo, pierde todos sus bienes y todos sus hijos y enferma después gravemente porque Satán, el Adversario, el embrollador dentro del Consejo del Trono celestial, no quiere creer que Job es realmente justo (Job 1-2). Job soporta en silencio su dolor durante siete días acompañado por tres amigos que han venido a consolarlo (Job 1,11-13), pero después maldice su vida (Job 3).

En las siguientes discusiones sus amigos quieren convencerlo de que, de alguna manera, tiene que haber cometido alguna injusticia, pues, de otro modo, no le habría tocado semejante sufrimiento. Pero Job se resiste a tales imputaciones y va ahondando cada vez más su esperanza en Dios (p. ej., Job 19,25-27). Dios cumple su anhelo de manifestársele y, al final, lo justifica (Job 42,7-17).

El libro de los Salmos

Los salmos son poesías y oraciones que a menudo también se cantan. Expresan ante Dios tristeza y dolor, pero también alegría y júbilo. Se remontan a mucho más de dos mil años de antigüedad, pero para judíos y cristianos son hasta el día de hoy el mayor tesoro de oración. Los salmos llegan al corazón de innumerables personas.

En algunos salmos los estados de ánimo y los temas cambian tanto como en nuestra vida son a veces cambiantes y contradictorios los estados de ánimo. Cuando rezamos con los salmos no ponemos frente a Dios solamente nuestra propia vida, sino el destino de toda la humanidad.

Del conjunto de los 150 salmos presentamos aquí solo algunos ejemplos especiales. En otras partes de esta Biblia hemos insertado además algunos salmos que, de alguna manera, dan una respuesta al tema allí tratado (p. ej., el salmo 114, sobre el milagro del éxodo, p. 49).

El lenguaje de los salmos es poético y denso, lleno de imágenes y de contrastes. Lo mejor será que te concentres en una frase o una imagen que te llegue y la introduzcas en tu diálogo personal con Dios. De ese modo, su fuerza inagotable actuará también en ti.

El libro de los Proverbios

En este libro se refleja la rica variedad de las experiencias humanas. La colección introductoria (Prov 1-9) invita a la generación joven (a la que se dirige como «hijo») a recibir ese tesoro y obtener así comprensiones fundamentales para una vida lograda. Los siguientes tres ejemplos quieren mostrar en qué dirección va una educación semejante:

«Más vale ración de verdura con amor que buey cebado con rencor» (Prov 15,17). Aquí se aprende que una relación de benevolencia es más importante que la buena comida.

«La puerta gira en sus goznes y el vago en la cama» (Prov 26,14). La drástica comparación es al mismo tiempo una advertencia y una motivación para no ser vago.

«Hay tres cosas que me desbordan y cuatro que no logro entender: el camino del águila por el cielo, el camino de la serpiente sobre la roca, el camino del barco en alta mar, el camino del hombre con la
mujer» (Prov 30,18-19). Aquí se perciben tanto la observación atenta de fenómenos especiales como también el asombro por los enigmas de nuestro mundo.

Los tres ejemplos permiten reconocer una lúcida percepción y un sano don de discernimiento. Ambas cosas son clave para una vida bien llevada, y en el libro de los Proverbios aparecen muchas veces asociadas con Dios.

El libro del Eclesiastés

El Eclesiastés es un libro pequeño y peculiar de la Biblia, de carácter reflexivo, filosófico. Cuestiona las habituales ideas de valor asociadas a la riqueza y la carrera y dirige una mirada sobria a
la vida. Aboga por una vida sencilla, por concentrarse en las relaciones humanas importantes (Ecl 9,9) y por dirigir la mirada hacia el actuar de Dios, que perdura siempre (Ecl 3,14-15).

Cantares

El Cantar de los Cantares se atribuye al rey Salomón, a pesar de que, seguramente, no es de su autoría. En la Biblia se considera a Salomón como el mayor de los poetas (1 Re 5,12) y de los amantes (1 Re 11,1). Es una colección de poesías de amor en las que comienza a hablar la voz de la mujer y se alterna después con la del hombre. El libro presenta con gran libertad y belleza el amor juvenil, sensible y sensual, también como imagen del amor entre Dios y el alma humana. Ambas dimensiones forman una unidad: en el amor humano Dios nos regala la experiencia de la gran intensidad con la que Él mismo se nos regala y quiere estar en unión con nosotros. Y en el amor de Dios aparece con claridad la gran hermosura del amor entre el hombre y la mujer.

El libro de la Sabiduría

El libro más joven del Antiguo Testamento fue escrito en griego. Muestra cómo el mundo está lleno del espíritu y de la sabiduría de Dios, que actúan en la historia y en la naturaleza a favor de los justos. Estos están en la mano de Dios incluso en la persecución y en la muerte prematura (Sab 3,1; 4,7). El libro de la Sabiduría supera así un modo de pensar que asocia el bienestar exterior visible con la cercanía a Dios. Deja claro asimismo que el sufrimiento y el aparente fracaso pueden ser también un camino hacia Dios. Lo importante es la actitud interior y el buen corazón.

El libro del Eclesiástico

Este libro fue escrito originalmente en hebreo por un judío llamado «Jesús, hijo de Sira, hijo de Eleazar» (Eclo 50,27) y fue traducido al griego por un descendiente suyo. La obra relaciona las tradiciones judías conocidas con las exigencias de la nueva época. De ese modo atestigua el constante valor de las antiguas actitudes de fe y, al mismo tiempo, la necesidad de adaptarlas a circunstancias nuevas y distintas. Al comienzo del libro, el autor reflexiona en términos fundamentales sobre el conocimiento y la sabiduría.

Libros de los profetas

Los profetas son portavoces de Dios. En su mensaje transmiten cómo ve Dios a los hombres y el mundo. Los profetas alientan y critican, apoyan y anuncian nuevos desarrollos. De ese modo remiten a dimensiones más profundas de nuestro mundo. Intervienen a favor de la verdad y la justicia. A menudo su crítica es incómoda, sobre todo para los poderosos que no cumplen con su responsabilidad. Pero también dan esperanza cuando no parece haber salida e impera la resignación.

Los profetas expanden las estrecheces de miras y amplían el horizonte de perspectivas para que Dios actúe. A menudo interpretan acontecimientos históricos como intervenciones de Dios. Así, por ejemplo, ven el avance de los asirios en el siglo viii a. C. o la toma de Jerusalén por las tropas babilonias en 587 a. C (k a 2 Re 17) como respuesta de Dios a los incorregibles pecados de su pueblo. De ese modo, la historia universal adquiere una perspectiva religiosa. La última parte del Antiguo Testamento contiene las «Colecciones proféticas». Cada colección o libro se atribuye a una persona, como Isaías o Amós, a diferencia de lo que sucede con Elías, Eliseo o Natán, que se mencionan en los libros de Samuel y de los Reyes.

Los primeros profetas autores de estas colecciones aparecieron en el siglo viii a. C. El libro más reciente, Daniel, se remonta al siglo ii a. C. Isaías, Jeremías y Ezequiel se denominan «Profetas mayores» a causa del volumen de sus escritos. A ellos sigue el libro «apocalíptico» de Daniel (k la correspondiente introducción). Cierran las Colecciones proféticas los doce profetas llamados «menores»: desde Oseas hasta Malaquías. A pesar de su brevedad, también cada uno de ellos transmite su propio mensaje. Sin los libros de los profetas no podemos comprender el Nuevo Testamento ni a Jesús. En el núcleo de su mensaje, Jesús se remite a Isaías (k Is 61,1-2 y Lc 4,17-21). El formidable lenguaje de los Profetas y la fuerza de sus imágenes siguen impresionándonos hasta el día de hoy.

El libro de Isaías

El nombre Isaías significa «Yahvé es ayuda», y ese nombre es a la vez un programa para todo el libro: Dios regala redención y salvación. El profeta Isaías vivió a finales del siglo viii a. C. en Jerusalén, en un tiempo en que los asirios conquistaron el reino del Norte, Israel (k2Re 17), y en que aumentó también su presión sobre el reino del Sur, Judá. El libro de Isaías describe cómo Dios ayuda en la dificultad y regala nueva vida a pesar de las faltas de su pueblo.

A partir de Is 40 se tiene en vista continuamente el tiempo del postexilio (bajo los persas, a partir de 539 a. C.), con muchos textos hermosos y llenos de luz. Lecturas célebres del libro de Isaías escuchamos en Adviento (p. ej., de Is 11; 35; 40), en Navidad (Is 9,1-6), en Cuaresma (Is 58), el Viernes Santo (Is 52,13-53,12 y en la Vigilia Pascual (Is 55,1-11).

Aunque todo indica que la historia de Israel ha llegado irrevocablemente a su fin, el libro alienta a confiar en que Dios puede regalar un nuevo futuro, un futuro que será bueno no solo para el pueblo judío, sino también para el mundo entero.

El libro de Isaías es en el Nuevo Testamento la fuente más importante para expresar la esperanza que se asocia con Jesús.

El libro de Jeremías

Jeremías significa «Que Yahvé levante, exalte». Esta petición se corresponde con un tiempo en que muchas cosas se derrumban: el profeta Jeremías acompaña la caída del reinado de Judá hacia el año 600 a. C. Vive la conquista de Jerusalén por las tropas babilonias y la destrucción de la ciudad y del templo en el año 587. Cuando las bases que sustentaban a la comunidad se hunden, se plantea la pregunta por aquello que queda.

El libro de Jeremías (Jer) responde a esa pregunta mostrando cómo Dios hace crecer nueva vida en medio del dolor y de la pérdida. También el profeta tiene esa experiencia: es perseguido, encerrado, amenazado de muerte, pero la palabra de Dios adquiere a través de él una fuerza incontenible y se convierte en el fundamento también para generaciones futuras. Al igual que Jeremías, también Jesús criticó a sacerdotes poderosos y, por ese motivo, fue sometido a duras presiones. Algunos consideraron a Jesús incluso como un nuevo Jeremías (Mt 16,13-14).

Los libros de las Lamentaciones y de Baruc

El libro de las Lamentaciones tematiza la caída de Jerusalén. Por ese motivo está emparentado con el libro de Jeremías. Cinco poemas compuestos con ordenamiento alfabético de los versos describen el inmenso sufrimiento que padece la población de la ciudad.

Aun así, resuena en ellos también la esperanza.

El libro de Ezequiel

El nombre Ezequiel significa «Que Dios dé la fuerza». Al igual que el de Jeremías, también este libro está fuertemente marcado por la experiencia del exilio en Babilonia.
A diferencia de Jeremías, el profeta Ezequiel está personalmente en el exilio. En la primera parte del libro, los mensajes de Dios explican sobre todo por qué Israel tuvo que sufrir esa catástrofe (Ez 1-24). En la última parte, abren la perspectiva hacia un futuro de salvación (Ez 33-48), especialmente en la visión de un nuevo templo en Jerusalén (Ez 40-48).

Ezequiel aspira a una transformación interior de los individuos y de la comunidad. Acentúa la responsabilidad personal (Ez 18). Con el don de un nuevo corazón y de un nuevo espíritu (Ez 36) Dios hace posible que los hombres puedan recuperar su pureza y estar sinceramente unidos a él. Por último, la vivificación de los huesos secos (Ez 37) es una imagen que transmite esperanza: el abatimiento y el exiguo número del pueblo serán transformados por Dios en una vida nueva.

Las visiones de gran riqueza son una característica que confiere a este libro un carácter en parte místico. En el Nuevo Testamento, el Apocalipsis de Juan recurre con frecuencia a las coloridas imágenes de Ezequiel.

El libro de Daniel

El libro de Daniel se desarrolla en la época babilonia y persa. Al igual que Ezequiel, Daniel es uno de los exiliados. Sin embargo, el libro fue terminado mucho más tarde. Como Ezequiel, Daniel tiene visiones que, al parecer, se refieren a un futuro lejano, al fin del mundo, pero que, en realidad, interpretan también la historia, incluyendo el presente de las lectoras y lectores.

El libro de Daniel fue compuesto en parte en hebreo, en parte en arameo. Además, la traducción griega ha agregado algunos textos (p. ej., Dan 13-14). En el Nuevo Testamento, el libro del Apocalipsis continúa ese género literario y está fuertemente influenciado por Daniel.

Los libros de los profetas menores Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahún, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías

Estos doce libros proféticos se denominan «menores» solo porque son sustancialmente más breves que los «grandes» profetas (Isaías, Jeremías y Ezequiel), pero no son menos importantes. Con un lenguaje vigoroso dan testimonio de experiencias especiales con Dios. Los más antiguos de estos profetas son Amós, Oseas y Miqueas, que actuaron a partir del siglo viii a. C. No obstante, los libros en sí fueron terminados con posterioridad.

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