El símbolo de la paz encarnado en la paloma aparece en la Biblia con el episodio del Arca de Noé. Dios decidió condenar a la humanidad con un diluvio por su mala conducta.

Solamente Noé encontró gracia a sus ojos y a él encargó construir un arca donde reunir a todas las especies animales de la tierra, machos y hembras, así como a los miembros de su propia familia.

Cuando las aguas lo cubrieron todo, Noé liberó un cuervo para ver si encontraba tierra seca de nuevo, sin éxito. Luego, escogió una paloma, pero los resultados fueron los mismos. Siete días después, repitió la experiencia y la paloma volvió con una rama de olivo seca en el pico, prueba de que las aguas estaban retrocediendo y liberando la tierra.

Otros siete días después, liberó de nuevo a la paloma, pero esta no volvió: el Diluvio había terminado y la paz se restablecía en la tierra. Este episodio, emotivo por su gracia, es de un simbolismo evocador. El cuervo negro no es anunciador de esperanza, sino que la elegida para traer el primer signo de vida desde la tierra es la paloma de blanco puro, un símbolo que tendría un largo recorrido y que todavía hoy está presente en nuestra mente…

La paloma, emblema de Cristo

La imagen de dulzura y fidelidad heredada desde tiempos antiguos de la Biblia y de los cultos de la Antigüedad impregnó intensamente los primeros tiempos del cristianismo. Desde muy pronto, se encuentran en las paredes de las catacumbas representaciones de palomas que decoran las tumbas de mártires, así como objetos litúrgicos, lámparas y demás. Como mensajera de paz, su representación con una rama de olivo en el pico irá desplazándose progresivamente.

En el cristianismo primitivo se producirá un desplazamiento por el cual el delicado y puro animal que es la paloma pasará a constituir el símbolo mismo de Cristo, aquel que aporta la paz a los hombres de buena voluntad. Esta imagen estará muy presente entre los primeros cristianos, una imagen en la que Cristo confiere al difunto la paz gloriosa, simbolizada a su vez en la rama de olivo.

La paloma del Espíritu Santo

El bautismo de Jesús marca otro episodio determinante para el lugar esencial de la paloma en el bestiario cristiano. Cuando Juan el Bautista cumple el gesto de purificación y Jesús sale del agua del Jordán, el Evangelio de san Mateo relata: “En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él”.

El Espíritu Santo asumiría desde entonces invariablemente la forma de este animal blanco y alado, una inspiración divina que habitará en todos los fieles. A nadie sorprende, entonces, que innumerables representaciones muestren a la paloma junto a un Papa recién elegido, como el caso de san Fabián, o de grandes santos inspirados, como Gregorio Magno o Hilario.

BAPTISM CHRIST
El Bautismo de Cristo

La paloma en el arte

Un legado así no podía dejar insensible a los artistas que perpetuaron esta imagen de la paloma sinónimo de paz. A le mente viene de inmediato la célebre paloma de Picasso, aunque el icono sería ampliamente instrumentalizado por los comunistas durante los años de la Guerra Fría. El poeta Saint-John Perse consideraba que “las aves conservan, entre nosotros, algo del canto de la Creación”, aunque queda más indeleble en la memoria la pintura de Marc Chagall con la paloma del arca, cuya blancura purificadora resplandece en contraste con el fondo negro de los elementos en vías de extinción.

Más clásica es la visión de Bernini para la basílica de San Pedro de Roma, la de una paloma radiante de luz divina que toca por la gracia a todos los fieles que vuelven su mirada hacia ella. Todas estas obras subrayan la pureza y la levedad de este animal sensible y virtuoso de alto valor espiritual.