La manifestación universal del Salvador
La fiesta de la Epifanía, es prolongación de la Navidad, tiene en nuestra liturgia romana como protagonistas a esos magos de tierras extrañas que vienen a adorar al Mesías.
Tendremos que saber pasar, a partir del aspecto más popular de la fiesta, que es una jornada entrañable de regalos para los niños, a la celebración de lo que es su objetivo fundamental: la “epifanía”, o sea, la “manifestación” del Mesías también a los pueblos paganos. El Ceremonial de Obispos la describe así: “en ella se celebran, en el Niño nacido de María, la manifestación de aquel que es el Hijo de Dios, el Mesías de los judíos y la luz de las naciones”.
Hoy, después de la lectura del evangelio, se suele proclamar el “calendario” de las fiestas principales del año, sobre todo de la Pascua. Una vez más, se enlaza el misterio del nacimiento del Señor con su Pascua. Al final de la Misa, como seguramente se habrá hecho en otras fiestas dentro de la Navidad, hoy tiene particular sentido dar a besar la imagen del Niño, imitando así a los magos que adoraron a Jesús.
Isaías 60,1-6. La gloria del Señor amanece sobre ti
Con un lenguaje muy poético, el profeta Isaías, en uno de sus últimos capítulos, los más optimistas, anuncia la alegría de la salvación, una salvación universal centrada en Jerusalén: “levántate, Jerusalén, que llega tu luz”, por encima de las tinieblas de la tierra: “sobre ti amanecerá el Señor”.
El profeta, lleno de entusiasmo, anuncia cómo vendrán desde las regiones más lejanas a ofrecer sus regalos a Jerusalén, “incienso y oro”.
El salmo responsorial insiste: “se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra” y habla de los que vendrán desde lejos -Tarsis, Saba, Arabia- a ofrecer sus dones “al rey”, que nosotros vemos como figura del Mesías, que hoy recibe estos regalos de los magos que vienen de lejos.
Efesios 3, 2-3a. 5-6. Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos de la promesa
Para Pablo, la llamada a la fe no sólo de los judíos, sino también de los paganos, es uno de sus temas preferidos. Se siente orgulloso de “la gracia que se le ha dado”, poder revelar a todos el misterio que había estado escondido desde siempre: “que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo”. Ahora el punto de atracción no es Jerusalén, sino una Persona: Cristo Jesús.
Es una convicción por la que luchará continuamente, y logrará convencer a la Iglesia apostólica de que tenía que abrirse también a los paganos, no sólo al pueblo de Israel, el pueblo elegido que, ciertamente, sigue siendo el primer destinatario de la promesa de Dios.
Mateo 2,1-12. Venimos de Oriente para adorar al Rey
Lucas no cuenta el episodio de los magos, y por eso proclamamos hoy la página en que lo hace Mateo.
¡Qué diferencia de actitud en las personas! Los magos que vienen desde lejos, obedientes a una intuición misteriosa, llegan hasta Jesús, le reconocen como el enviado de Dios y “cayendo de rodillas, lo adoran”. Mientras que las autoridades de Jerusalén, se asustan de lo que pueda significar esa estrella y ese “rey” recién nacido, y no saben reconocerle.