Pierina Lorenzina Betrone nació en Saluzzo el 6 de abril de 1903, hija de Pietro Betrone y Giuseppina Nirino, que tenían una panificadora. Pierina era la segunda de sus seis hijas. Tenía salud y crecía bien, y era amable y divertida. 

Nadie imaginó que había sido elegida por Jesús para ser una de sus amadas “Almas Víctimas”.

Tras una infancia normal, Pierina se volvió adolescente. Era asidua en la vida de oración y devota del Rosario. Un día, a los 13 años, fue a hacer algunos recados para su madre cuando tuvo una experiencia que describió como una explosión de oración de su joven corazón. Se detuvo y por dentro le vinieron las palabras “Mi Dios, ¡te amo!” Fue envuelta por una sensación de intensidad espiritual, y aquel momento fue el inicio de su relación especial con el Señor.

El día de la fiesta de la Inmaculada Concepción, Pierina se consagró a la santa Virgen. Al volver a la banca tras haber recibido la comunión, oyó claramente las palabras: “¿Quieres ser mía?”

No comprendió bien qué estaba pasando, pero ese momento fue tan intenso que estalló en lágrimas. Entre lágrimas y sin saber bien qué le pasaba respondió “Sí”.

Pierina sabía que había sido llamada a la vida religiosa. Parecía encontrarse siempre frente a obstáculos mientras buscaba ser admitida en órdenes no de clausura, pero no se desesperó, creyendo que Jesús la estaba preparando para el proyecto que tenía para ella. A los 21 años logró finalmente entrar en una congregación.

Su confesor, don Accomasso, se dio cuenta que estaba hecha para una orden de clausura y le aconsejó entrar en el convento de las Clarisas Pobres (Orden de los franciscanos capuchinos) de Turín. Pierina entró en el convento el 17 de abril de 1929. Después de la preparación y el periodo de discernimiento, el 28 de febrero de 1930 tomó los votos asumiendo el nombre de sor María Consolata.Jesús la guiaba en su camino espiritual y en la vida que quería que llevara. Como su nombre lo indica, se convertiría en la consoladora de Su Sagrado Corazón. En Turín, además, la Virgen es venerada precisamente con el título de Consolata. El mismo día en que recibió el velo oyó las palabras: “No te llamo para nada más que esto: un incesante acto de amor”.

Sor Maria Consolata pronunció los votos perpetuos el 8 de abril de 1934. Trabajó escondida del mundo como cocinera, conserje y zapatera. El 9 de noviembre del mismo año escribió que “Jesús le estaba revelando los íntimos sufrimientos de Su Corazón provocados por la infidelidad de las almas consagradas a Él.

Llegó el momento en que sor Maria Consolata empezó a tener el ardiente deseo de reparar los pecados del mundo. Escribió que Jesús le dijo “No pienses en mí como en un Dios duro, porque soy antes que nada un Dios de amor”.

En esa época Jesús le dio a sor Consolata la oración que quería que todos rezaran desde ese momento en adelante:

“Jesús, María, ¡los amo! Salven las almas”.

La religiosa empezó a rezarla continuamente. Jesús le había dicho que en términos de esa oración se expresaba “un incesante acto de amor”.

Sor Maria Consolata sufrió mucho por la tuberculosis. En 1939 escribió: “Mi destino es morir en pequeños pedazos”. La religiosa enfrentó sufrimientos terribles hasta su muerte, el 18 de julio de 1946, cuando tenía 43 años.

La religiosa escribió páginas y páginas de citas de Jesús, su Señor y Salvador, y están todas documentadas. El 6 de abril de 2019, el papa Francisco declaró venerable a Maria Consolata Betrone.

“Hay una espléndida súplica, una breve oración que nuestro Señor dio a sor Maria [Consolata] Betrone. Dice: ‘Jesús y María, los amo, salven las almas”. Es muy simple, pero tiene un gran peso” – Madre M. Angelica de EWTN.