De entre los pasajes más usados por los predica-dores con el fin de tratar sobre el pobre y la pobreza, sin duda la parábola del Evangelio de san Lucas sobre el indigente Lázaro y el rico epulón ocupa el primer puesto. El dramatismo vivo de la escena habla por sí mismo y el relato de Jesús deja impreso en el alma del lector un cuadro pintado con el arte de la sobriedad y con la fuerza de la expresividad. Mientras el rico disfrutaba del buen comer y beber, un pobre yacía a su puerta cubierto de úlceras purulentas, a las que losperros, compañía fiel de su soledad,les rendían el consuelo del bálsamo áspero de sus lenguas exánimes yhambrientas. Al final del último acto, muere Lázaro y es llevado por los ángeles al seno de Abraham. Muere también el rico y es sepultado. El desenlace es trágico y el mensaje evangélico es claro: «Hijo, –le dice Abraham al rico– recuerda querecibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado» (Lc 16, 25). Nunca una escena tan breve ha tenido unresultado tan inmediato y eficazen los lectores. Sin embargo, como en las grandes obras artísticas dela humanidad, el significado espiritual va más allá de la materialidad del arte mismo y, aunque Lucas nos pinta una escena insuperable en vigor y dramatismo, siempre se puede leer una gran obra de artein melius. Y esto es oficio de lasmentes brillantes. Brillante fue la interpretación que Agustín, santo obispo de Hipona, dio a este pasaje evangélico en uno de sus sermones al pueblo. Pero, antes de analizar qué dijo, conviene contextualizar el discurso.

Séneca había dicho cierta vez:«Si quieres encontrar descanso, conviene que seas pobre, o semejante al pobre» (Si vis vacare animo, aut pauper sis oportet, aut pauperi similisEpist. 17, 5), pues el pobre ha sido considerado como ideal de virtud por su frugalidad y paciencia. Y al pensar en los primeros predicadores, vienen a la mente los vehementes discursos de Juan Crisóstomo en los que impugnaba a los ricos de este mundo y les echaba en cara sus derroches e injusticias. Fácilmente el lector actual olvida que el Crisóstomo predicó en la gran metrópolis antioquena y, más tarde, en Constantinopla, en donde estaba la fastuosa corte imperial. Predicaba, por lo tanto, a ricos sobre los bienes de la pobreza y los engaños de las riquezas. Muy distinta era la situación de África del Norte, en donde los oyentes de Agustín eran en su mayoría pobres. ¿Cómo hablar a pobres sobre la pobreza?

Cuando se habla a ricos, el pobre se convierte en el ideal teológico y en la meta pastoral de la actividad cristiana y, por ello, el Crisóstomoera incisivo e inflexible. Cuando, al contrario, se habla a pobres –que son la gran parte de los cristianos–, el discurso debe tender a otro finmás elevado para no ser autorreferencial. Es lo que hace Agustín de manera magistral en el presente sermón.

La homilía está toda estructurada según los cánones de la oratoriaclásica: el exordium (1), partiendo del versículo del salmo 9, 14, capta la atención de los oyentes desde el primer momento con la extrañapropuesta de Agustín: «Quaeramus pauperem, quaeramus pupillum». Él mismo se adelanta a la reacción y a la duda de su auditorio y lespregunta: «Nonne pauperibus plena omnia?». Este pensamiento espontáneo y natural del auditorio da pie para que el exordium presente unaclara y manifiesta propositio o tesisde Agustín: «Ostendendum est Caritati vestrae, id quod putamus non est quod quaerimus» (os he de demostrar que aquello que pensamos no es lo que buscamos). Agustín concluye el exordium con la clásica divisio de la propositio, en la que se distinguen dos tipos (genus) depobres: el primer tipo está formadopor aquellos a los cuales se dan las limosnas (elemosinae fiunt) y de los cuales hay legión (abundat quidem hoc genus hominum); el segundo tipo de pobres exige del investigador una comprensión más elevada (altius intellegendus est iste pauper). Sobre esta comprensión más sublime Agustín hablará en el corpus o desarrollo del discurso.

Enseguida, Agustín insiste en la división (2) de la tesis, en la que el santo de Hipona explica la diferencia entre un pobre orgulloso (inops superbus) y un rico humilde (dives humilis), y fortifica su argumentación con un testimonium de 1 Tm 6, 17 ycon los exempla sacados de la generosidad del rico Zaqueo (cf. Lc 16, 3). Es cuando, en pro de la argumentación, surge la narratio (3), basada en la parábola del rico epulón, en la que un pobre imaginario dialoga con Agustín reivindicando para sí

los méritos del pobre Lázaro: «Mihi debetur regnum caelorum. Ego enim similis sum illi Lazaro, qui iacebat ulcerosus ante divitis domum». Llegado a tal punto y expuestas todas las armas del objetor, Agustín lo desnuda para asestarle la estocada final. El auge de la argumentación está en la refutatio (4), en la que retuerce (retorsio argumenti) el razonamiento del pobre soberbio, sirviéndose de la misma parábola evangélica, y en la que la argumentación da un «giro copernicano» a favor de Agustín (pars destruens): el rico epulón fuecondenado y Lázaro fue llevado por los ángeles al seno de Abraham…que era muy rico. Así lo explica: «Site glorías de tu harapienta y ulcerosa pobreza, porque así fue el pobre que yacía ante la casa del rico, atiendes únicamente a que fue pobre y nomiras a otra cosa. “¿A qué –dices–he de mirar?”.  Lee las Escrituras y encontrarás lo que digo. Lázaro fue pobre, pero aquel a cuyo seno fue conducido fue rico […]. Lee o, si no puedes leer, escucha lo que se lee, y advierte que Abraham fue muy rico en tierras, oro, plata, siervos, ganados y posesiones. Sin embargo, este hombre rico fue pobre, porque fue humilde».

Una vez expuestas las debilidades del argumento del objetor pobre, pero soberbio, Agustín construye su demostración argumentativa (pars construens), es decir, laconfirmatio. Y lo hace a través de una argumentación in crescendo: primero, establece la superioridad del rico humilde sobre el pobre soberbio (5): «Tú dices: “Soy pobre como Lázaro”. Sin embargo, este mi ricohumilde no dice: “Soy rico como Abraham”. Por consiguiente, tú te enalteces y él se humilla […]. ¿No te das cuenta de que el rico recibió al pobre? ¿No te das cuenta de que es un rico el que acoge al pobre?». En un segundo momento, Agustín expone, a través de una argumentación afectiva (patheticum), las tribulaciones de las que vienen acompañadas las riquezas (6). Enseguida (7), se apoya en la carta de Pablo aTimoteo en la que se habla sobrepobres que desean ávidamente lasriquezas: «Los que quieren hacersericos caen en la tentación y en una multitud de deseos necios y nocivos que sumergen a los hombres en la muerte y en la perdición» (1Tm 6, 7-10). Por eso, el deseo deriquezas y la avaricia son siempre un mal, mientras la riqueza en sí misma es indiferente al buen o mal uso que se le den. La argumentación aquí es eminentemente moral (ethicum). Entonces una nueva objeción se presenta (8): «De nuevo, en tono acusador, replicas y dices: “Es rico por su maldad”». Agustín no niega que este hecho pueda suceder, pero argumenta que el pobre avaro tiene esos mismos sentimientos: «Oigo tus lamentos; acusas los tiempos que corren; pero, si estuviera en tus manos, harías lo mismo que lamentas. ¿ Acaso no lo vemos? ¿No se dan a diario ejemplos de estos casos? Ayer gemía el que perdía sus bienes; hoy, perteneciendo ya a una clase superior, roba lo ajeno». Por ello, esta parte del razonamiento toma un tono y un color racionales (logicum).

El clímax de la argumentatiose da cuando Agustín presenta el ejemplo del Verbo (9) que, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8, 9). En Cristo se da la perfecta síntesis de riqueza y humildad, pues en Él seencuentra al verdadero pobre: «Invenimus verum pauperem». Es señor y creador de todo y, sin embargo, nace pobre, obediente a sus padres en Nazaret. Reina sobre el universo y, sin embargo, sufre el desprecio y la vergüenza en su Pasión. La conclusión del sermón (peroratio) es abrupta, pues Agustín se había alargado sobre la búsqueda del verdadero pobre y no quería terminar sin decir algunas breves palabras sobre la búsqueda del verdadero huérfano (10). De este modo, exhausto y cansado, tan sólo enuncia las ideas fundamentales sobre la esenciadel verdadero huérfano: «Breviter quaeramus pupillum: quia in paupere requirendo fatigati sumus. Domine Iesu, pupillum quaero, fatigatus quaero», y la respuesta no se hace esperar: «Ne vobis, inquit, dicatis patrem in terra. Pupillus in terra immortalem Patrem invenit in caelo». El verdadero huérfano es quien tiene a Dios por Padre. Súbitamente viene la conclusión en la que Agustín resume la búsqueda del verdadero pobre ydel verdadero huérfano: «Luego, sison dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos, a ti se ha abandonado el pobre. Si mi padre y mi madre me abandonaron, el Señor me acogió; tú serás la ayuda del huérfano».

De modo magistral, fiel a losparámetros de la elocuencia antigua y al relato del Evangelio de Lucas, Agustín profundiza en esta homilía el significado de la parábola del rico epulón, aplicándola a la situación social y espiritual de sus oyentes. Se da una especie de «parábola en laparábola» con la finalidad de actualizar el contenido evangélico en la realidad concreta del auditorio norteafricano del siglo V. Por tanto, el sermón queda como un modelo acabado de cristiana elocuencia y de una espiritualidad comprometida con los signos de los tiempos.

Bruno do Espírito Santo, LC

Fuentes bibliográficas

Agustín De hipona, Obras completas de san Agustín VII: Sermones (1o): 1-50: Sobre el Antiguo Testamento, Traducción y notas de Píode Luis y José Anoz, BAC, Madrid 20143.
Ambrosio De milán, Elías y el Ayuno Nabot Tobías, traducciónde A. López Kindler, Ciudad Nueva,Madrid 2016.
Cipriano De cartago, Las obras de caridad y la limosna, en Obras completas de San Cipriano de Cartago II, traducción de J. A. GilTamayo,B AC, Madrid 2016.
Clemente de Alejandría, ¿Qué rico se salva?, en Fuentes Patrísticas 24, traducción de M. Merino, Ciudad Nueva, Madrid 2011.
Juan crisóstomo, Homilía X, en Obras I V: Homilías sobre la Primera Carta a los Corintios, traducción de M. I. Delgado Jara, B AC, Madrid 2012.