Un relato de la vida de San Luis de Montfort ilustra su pasión. En el pueblo de Pontchâteau, San Luis animó a los campesinos a construir un enorme monumento a la Pasión de Cristo sobre una colina cercana. Durante 15 meses cientos de campesinos ofrecieron sus habilidades y trabajos para edificarlo. Una vez terminado, lucía como una construcción sólida, una verdadera obra de amor. Pero el día previo a su dedicación por el obispo, Luis recibió la noticia de que sus enemigos habían convencido al gobierno de destruirla. (Habían mentido a las autoridades diciéndoles que la estructura serviría como fortaleza contra el gobierno.) Cuando Luis recibió esta decepcionante noticia les dijo a las miles de personas presentes para la ceremonia de bendición: “Esperábamos construir un Calvario aquí. Construyámoslo en nuestros corazones. Bendito sea Dios”.

Una cosa acerca de hacer la obra del Señor: las cosas no siempre salen de acuerdo a nuestros planes. Por ejemplo, San Luis seguramente había planeado que su monumento a Cristo durara más que un día. Pero el santo aceptó obedientemente la destrucción de sus planes y alabó a Dios. Debido a esta clase de desapego de su propia voluntad y apego a la de Dios, Luis se convirtió en un instrumento utilizado por Dios para realizar obras aún más poderosas. Así, a pesar de que destruyeron su monumento físico, la enseñanza de Luis finalmente se convirtió en un enorme edificio en la Iglesia, que ejerció gran influencia sobre muchos papas e incluso sobre la espiritualidad católica. A fin de cuentas, las obras apasionadas de San Luis valieron la pena, aunque él mismo no haya alcanzado a ver el fruto.

Durante el camino de preparación para la consagración a Jesús por medio de María, consideremos el apoyo que varios papas han dado a la enseñanza de San Luis. Que estos testimonios de apoyo fortalezcan nuestra determinación de avanzar hasta el Día de Consagración y que nos ayuden a confiar en que nuestra consagración dará realmente mucho fruto en nuestras vidas, aunque aún no alcancemos a comprender plenamente cómo.

  • El Beato Papa Pío IX (1846-1878) dijo que la de San Luis es la mejor y más aceptable forma de devoción mariana.
  • El Papa León XIII (1878-1903) no sólo beatificó a Luis de Montfort en 1888 sino que concedió una indulgencia a los católicos que se consagran a María utilizando la fórmula monfortiana. Es más, se asegura que le influyeron tanto los esfuerzos de San Luis por difundir el rosario que escribió 11 cartas encíclicas sobre esta preeminente devoción mariana.
  • El Papa San Pío X (1903-1914), como León XIII, también recomendó a los fieles la enseñanza monfortiana sobre María. De hecho, concedió una indulgencia plenaria in perpetuum (a perpetuidad) a cualquier persona que rece la fórmula monfortiana de consagración y ofreció su bendición apostólica a cualquier persona que leyera La Verdadera Devoción. Este Papa animó apasionadamente a los fieles a seguir el camino monfortiano de devoción mariana porque él mismo había experimentado su poder. De hecho, en su carta encíclica Ad Diem Illum, el Papa piadoso expresó su propia dependencia de San Luis al escribirla, la cual resulta obvia cuando uno la compara con La Verdadera Devoción. La encíclica del Papa refleja continuamente el tono y el espíritu de la obra clásica de San Luis como se evidencia por frases como ésta: “No hay un camino más seguro y más expedito para unir a todos con Cristo que el que pasa a través de María”.
  • El Papa Pío XI (1922-1939) dijo simplemente: “He practicado esta devoción desde la juventud”.
  • El Venerable Papa Pío XII (1939-1958) canonizó a San Luis en 1947 y en su homilía de la Misa se refirió a la enseñanza mariana monfortiana como “sólida y auténtica”. Luego cuando el Papa se dirigió a los peregrinos que habían venido para la canonización, dijo que de Montfort nos conduce a María y, desde María a Jesús, resumiendo así el significado de la consagración mariana.
  • El Papa San Juan Pablo II (1978-2005) promovió la enseñanza monfortiana más que cualquier otro papa. Baste mencionar aquí dos hechos increíbles: primero, el lema papal de Juan Pablo fue Totus Tuus (“Todo Tuyo”), tomado directamente de la oración monfortiana de consagración más breve; segundo, San Juan Pablo describió su lectura de La Verdadera Devoción como un decisivo “cambio de rumbo” en su vida.

Te invitamos a vivir la Consagración a los dos corazones de Jesús y María y crecer aún más en el amor a Jesús y en la fe, por medio de Nuestra Santísima Madre María.

Publicación previa

Próxima publicación