Dios ha amado y favorecido a las mujeres siempre tanto como a los varones, y les ha dado un lugar especial dentro de la creación.
Entonces Dios hizo caer en un profundo sueño al hombre y éste se durmió. Le sacó una de sus costillas y rellenó el hueco con carne. De la costilla que Dios había sacado al hombre, formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces el hombre exclamó: “Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer porque del varón ha sido tomada.”
Gen 2,21-23
Por cuanto en el Reino de los Cielos ya no hay hombre ni mujer, esclavo ni libre, sino que todos hemos sido comprados por la sangre de Cristo y podemos estar en un mismo Espíritu, afirmamos (pese a los descalabros culturales que aún vivimos en nuestras sociedades actuales), que el Evangelio vino a abolir todo tipo de diferencia entre los seres humanos.
Ante los ojos de Dios todos somos valiosos, Jesús murió por nosotros, independientemente de quiénes seamos o cuánta fe tengamos, por lo que no hay machismo ni feminismo que valga. A menudo se piensa que el cristianismo es una doctrina rígida, anticuada, prejuiciosa, llena de tabúes y dogmas. Nada más lejos de la verdad. La teología de Cristo es sagrada, justa, igualitaria, genérica, racional e inclusiva.
Si bien, los grandes protagonistas de la Biblia son hombres, esto no quiere decir que la Escritura sea sexista, ni que “Dios sea machista”, ¡de ninguna manera! De hecho, éste es un prejuicio contra la fe cristiana y la Iglesia. Lo que el mundo llama dogma, nosotros lo llamamos fe. Lo que ellos llaman machismo, dictadura o autoritarismo, los creyentes lo consideramos como el orden establecido por Dios.
Hoy hago apología de la importancia de las mujeres de la Biblia e invitar a mis lectores a recorrer las historias contenidas en los diferentes libros de la Escritura, incluyendo los cuatro evangelios. Quizá después de dichas lecturas cambie nuestra concepción acerca del valor de ambos sexos para Dios, y tengamos una visión más justa y equitativa sobre este tema. Claro que también hay mujeres terribles en las historias bíblicas (quizá nos ocuparemos de ello en otro artículo), pero este comentario gira en torno al valor de la mujer en la cosmovisión judeo-cristiana.
Eva fue creada diferente, pero con los mismos derechos que Adán; Sara fue una mujer respetuosa y obediente que recibió un milagro del Señor en su vientre, siendo ya de edad de noventa años; Ruth fue un ejemplo de lealtad y rectitud, quien obtuvo recompensa; Isabel concibió un hijo aun siendo estéril: el último y mayor profeta de la Biblia, Juan el Bautista, quien anunció la llegada del Mesías a la tierra y lo bautizó con agua.
María Magdalena abandonó su vida de pecado, y fue exorcizada por Jesús, quien echó siete demonios de ella; esta mujer agradecida siguió al Salvador a todos lados, hasta la cruz, y tuvo la gracia de verlo resucitado. La mujer samaritana creyó en la superioridad de Cristo, le pidió de beber y luego difundió su fama por todos lados; la mujer sirofenicia mostró una humildad a prueba de todo, y obtuvo un milagro de sanidad del Rey de reyes; Martha y María, hermanas de Lázaro, creyeron profundamente en la divinidad de Jesús, fueron sus amigas cercanas y le sirvieron, por lo cual vieron la gloria de Dios con la resurrección de su hermano.
¿Qué mejor ejemplo que el de María, la santa mujer que creyó, obedeció y sufrió todos los dolores de su hijo Jesucristo, recibió favor de Dios y fue habitada por el Espíritu Santo, quien dio vida en su cuerpo al Salvador del mundo? ¡Grandioso!
La lista de mujeres llenas de cualidades es larga. Escribiríamos muchos libros acerca de todas ellas. Pero una pequeña reflexión sobre algunas nos recuerda que Dios ha amado y favorecido a las mujeres siempre tanto como a los varones, y les ha dado un lugar especial dentro de la creación. Jesús miró, atendió, amó y dignificó a las mujeres que encontró alrededor, no excluyó a ninguna. ¿Por qué habríamos de hacerlo nosotros?
Por Maleni Grider
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