La Iglesia católica enseña que la adoración se reserva sólo a Dios; a María se le honra por ser la Madre de Jesucristo y una fiel sierva de Dios

1. Los católicos distinguen distintos tipos de veneración, uno de ellos específico para la Virgen María. El Vaticano II pide fomentar esta veneración concreta, y advierte tanto contra la falsa exageración como contra la falta de nobleza de espíritu al tratar la singular dignidad de la Madre de Dios.

La Iglesia católica distingue tres tipos de veneración: latria (la adoración debida sólo a Dios), dulia (el honor apropiado para los santos y los ángeles del cielo) e hyperdulia (un honor especial dedicado a la Bienaventurada Virgen María).

Entre latria y dulia no existe una diferencia de grados sino de tipo: “dulia y latria son tan distantes como la criatura del Creador” (Pace).

El Concilio Vaticano II afirmó claramente que “jamás podrá compararse criatura alguna con el Verbo encarnado y Redentor” (LG 62); esta afirmación también es válida para la Madre de Dios: “La Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María” (LG 62).

Si bien el Concilio pide una veneración apropiada para María “que sea fomentada generosamente” entre los fieles, también advierte contra los excesos: “exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la palabra divina a que se abstengan con cuidado tanto de toda falsa exageración cuanto de una excesiva mezquindad de alma al tratar de la singular dignidad de la Madre de Dios [194].

Cultivando el estudio de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y Doctores y de las liturgias de la Iglesia bajo la dirección del Magisterio, expliquen rectamente los oficios y los privilegios de la Santísima Virgen, que siempre tienen por fin a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad. En las expresiones o en las palabras eviten cuidadosamente todo aquello que pueda inducir a error a los hermanos separados o a cualesquiera otras personas acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia”. (LG 67).

Por tanto, la Iglesia católica no alienta a la adoración a María. Los posibles excesos entre los fieles son contrarios a la explícita enseñanza de la Iglesia y no representan la correcta práctica católica.

Muchos protestantes, recelosos de los excesos de la devoción mariana, tienden a ignorar totalmente a María.

2. La Iglesia católica, por otro lado, continua la tendencia de las Sagradas Escrituras en lo que respecta a darle un tratamiento de honor a la Virgen María. 

Encontramos un ejemplo en Lucas 1, 28. 30: “El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo (…) Pero el Ángel le dijo: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido”.

Otro ejemplo lo encontramos en Lc 1 41-45: “Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.Llena del Espíritu Santo, Isabel alaba a María como bendita entre las mujeres, ella se siente honrada de estar en la presencia de María ya que ella es la madre de nuestro Señor Jesús.

Ni el Ángel ni Isabel parecen pecar de honrar excesivamente a María, disminuyendo la adoración debida sólo a Dios.

En lugar de esto, ambos ejemplos demuestran que este tratamiento es apropiado y que no menoscaba el culto debido a Dios.

Estos dos pasajes son la base de la primera parte de la forma más común de devoción mariana, la oración del Ave María.

La primera línea de la oración -“Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo”- es una sencilla y antigua traducción del saludo del Ángel a María.

La siguiente frase -“Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús”- está tomada del saludo de Isabel a María.

3. Los católicos también siguen el ejemplo de Jesús al honrar a María.

En su obra La verdadera devoción a la Virgen María, el escritor del siglo XVIII san Luis de Montfort destaca que Jesús, no teniendo pecado, habría obedecido el cuarto mandamiento -que es: “Honrarás a tu padre y a tu madre”- y que, de esta manera, tenemos que imitar a Jesús honrando debidamente a María (TDBV, 139-14).

Algunos opinan que Lucas 11, 27-28 es un ejemplo de cómo Jesús niega el honor debido a María: “Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: «¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!». Jesús le respondió: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”.

Sin embargo sabemos, por otras citas, que darle un tratamiento especial a María es correcto. Aun más, Jesús destaca que la fe de María es más importante que su papel como madre, ya que en la última frase del saludo de Isabel a María dice: “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor» (Lucas 1, 45).