“Gratis han recibido; den gratis”. Con las palabras que Jesús pronunció cuando envió a los apóstoles a difundir el Evangelio – para que su Reino se propagara mediante gestos de amor gratuito – comienza el Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial del Enfermo que se celebra cada año el 11 de febrero, en que se recuerda a la Bienaventurada Virgen María de Lourdes.
Francisco firmó este Mensaje el pasado 25 de noviembre, en la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, mientras la XXVII Jornada Mundial del Enfermo este año se celebrará solemnemente en Calcuta, India.
El cuidado de los enfermos requiere profesionalidad y ternura
Ante todo el Pontífice destaca que el cuidado de los enfermos requiere profesionalidad y ternura, expresiones de gratuidad, inmediatas y sencillas como la caricia, a través de las cuales se logra que la persona se sienta “querida”. Y reafirma que “la vida es un don de Dios” con lo cual “la existencia no se puede considerar una mera posesión o una propiedad privada, sobre todo ante las conquistas de la medicina y de la biotecnología, que podrían llevar al hombre a ceder a la tentación de la manipulación del ‘árbol de la vida’”.
Atención ante la cultura del descarte y de la indiferencia
“Frente a la cultura del descarte y de la indiferencia”, el Papa Bergoglio reafirma que el don de la vida “se sitúa como el paradigma capaz de desafiar el individualismo y la contemporánea fragmentación social, para impulsar nuevos vínculos y diversas formas de cooperación humana entre pueblos y culturas”.
Romper los rígidos esquemas del ejercicio del poder en la sociedad
También recuerda que el diálogo, que es una premisa para el don, “abre espacios de relación para el crecimiento y el desarrollo humano, capaces de romper los rígidos esquemas del ejercicio del poder en la sociedad”. A la vez que destaca que “la acción de donar no se identifica con la de regalar”, puesto que se define sólo como un “darse a sí mismo”, por lo que “no se puede reducir a una simple transferencia de una propiedad o de un objeto”.
El don de sí supone el deseo de establecer un vínculo
El Papa escribe que en “el don se refleja el amor de Dios, que culmina en la encarnación del Hijo, Jesús, y en la efusión del Espíritu Santo”. De ahí que “cada hombre es pobre, necesitado e indigente”, desde que nacemos y en cada fase y etapa de la vida. Por eso nunca podremos liberarnos completamente de la necesidad y de la ayuda de los demás”.
Nuestra condición de ser “criaturas”
El Pontífice llama a actuar con responsabilidad y a responsabilizar a otros, con vistas a un bien que es indisolublemente personal y común. Sí porque si el hombre se concibe como alguien que está ligado a los demás, a los que siente como “hermanos”, “es posible una praxis social solidaria orientada al bien común”.
No hemos de temer reconocernos como necesitados
“No temamos reconocer esto – escribe Francisco – porque Dios mismo, en Jesús, se ha inclinado y se inclina sobre nosotros y sobre nuestra pobreza para ayudarnos y regalarnos aquellos bienes que por nosotros mismos nunca podríamos tener”.
Y a propósito de la solemne celebración de esta Jornada que tendrá lugar en la India, el Santo Padre recuerda “con alegría y admiración” la figura de la Santa Madre Teresa de Calcuta, “un modelo de caridad que hizo visible el amor de Dios por los pobres y los enfermos”.
De esta Santa mundialmente conocida, el Pontífice destaca que la misericordia fue para ella la “sal” que daba sabor a cada obra suya, y la “luz” que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento. Y añade que “su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres de entre los pobres”.
Santa Madre Teresa nos ayuda a comprender que el único criterio de acción debe ser el amor gratuito a todos, sin distinción de lengua, cultura, etnia o religión. Su ejemplo sigue guiándonos para que abramos horizontes de alegría y de esperanza a la humanidad necesitada de comprensión y de ternura, sobre todo a quienes sufren.
Asimismo destaca que “la gratuidad humana es la levadura de la acción de los voluntarios”, que son tan importantes en el sector socio-sanitario y que viven de manera elocuente la espiritualidad del Buen Samaritano. Por eso les agradece su labor y animo a todas las asociaciones de voluntariado que se ocupan del transporte y de la asistencia de los pacientes, sin olvidar las que proveen las donaciones de sangre, de tejidos y de órganos.
Naturalmente, recuerda que también la Iglesia tiene un papel especial en este ámbito, en el que tutela los derechos de los enfermos, sobre todo de quienes padecen enfermedades que requieren cuidados especiales, sin olvidar el campo de la sensibilización social y la prevención. Por eso los servicios de voluntariado en las estructuras sanitarias y a domicilio, que van desde la asistencia sanitaria hasta el apoyo espiritual, son muy importantes, y benefician a muchas personas enfermas, solas, ancianas, con fragilidades psíquicas y de movilidad.
El voluntario es un amigo desinteresado
Por eso el Papa exhorta al voluntariado a seguir siendo un signo de la presencia de la Iglesia en el mundo secularizado. Y agrega que el voluntariado “comunica valores, comportamientos y estilos de vida que tienen en su centro el fermento de la donación. Así es como se realiza también la humanización de los cuidados”.
La alegría del don gratuito es el indicador de la salud del cristiano
Francisco exhorta a todos, en los diversos ámbitos, a promover la cultura de la gratuidad y del don, “indispensable para superar la cultura del beneficio y del descarte”. De ahí que añada que “las instituciones de salud católicas no deberían caer en la trampa de anteponer los intereses de empresa, sino más bien en proteger el cuidado de la persona en lugar del beneficio”.
Que María nos ayude a compartir los dones recibidos
Antes de enviar de corazón su Bendición Apostólica, el Santo Padre encomienda a todos a María, Salus infirmorum, con el deseo de que ella “nos ayude a compartir los dones recibidos con espíritu de diálogo y de acogida recíproca, a vivir como hermanos y hermanas atentos a las necesidades de los demás, a saber dar con un corazón generoso, a aprender la alegría del servicio desinteresado”.