El capítulo 17 del Evangelio según San Juan nos recuerda un gran himno litúrgico. En él Jesús aparece en toda su dignidad de Hijo, conversando íntimamente con Dios, a quien llama “Abba”, un término poco usado en el judaísmo.
Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti” (Jn 17, 1).
El Hijo ha venido a dar a conocer al Padre al mundo; es por aquellos que lo han recibido con fe por los que Él ora ahora. Los que han creído se han convertido en hijos de Dios.
“Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado” (Jn 17, 9-10).
El ejemplo de Teresa del Niño Jesús
Puedes hacer tuyas estas palabras de la voluntad de Jesús para tu cónyuge, hijos y amigos, aquellos que el Señor te confía.
Es lo que hizo Teresa del Niño Jesús, maestra de los neófitos sin tener el título, hermana devota de dos misioneros con los que mantenía correspondencia.
Con cierta audacia, parafraseó para ellos esta oración sacerdotal de Jesús. Sintiéndose misionera y sacerdote de corazón, rezó al Padre usando las palabras de Jesús:
“Te he glorificado en la tierra; he cumplido la obra que me diste para hacer; he dado a conocer tu nombre a los que me diste: eran tuyos, y me los diste. Porque saben que todo lo que me has dado proviene de ti; pues les he comunicado las palabras que me has dado, las han recibido y han creído que fuiste Tú el que me envió”.
(Manuscrito C, 34 r).