Dame, Señor, mano firme y mirada vigilante,
para que mientras conduzco no cause daño a nadie.
A ti, Señor, que das la vida y la conservas,
te suplico humildemente que guardes hoy mi vida.
Libra, Señor, a quienes me acompañan, de todo mal,
enfermedad, incendio o accidente.
Enséñame a hacer uso de mi coche para remedio
de las necesidades ajenas.
Haz, Señor, que no me arrastre el vértigo de la velocidad,
y que, admirando la belleza de este mundo, logre seguir
y terminar felizmente mi camino.
Te lo pido, Señor, por los méritos de tu Santísima Madre,
y por la intercesión de San Cristóbal, especial protector de los conductores.
Amén.

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