A veces tenemos la impresión de que vamos perdiendo 10 a 0, de que el mal avanza y avanza…
En tiempos difíciles como éstos, nos asechan diversas tentaciones.
La primera es la de traicionar la Verdad y el Bien.
En cruzarnos al “otro bando”, como hacíamos a veces siendo niños en los partiditos de fútbol… Me voy para el otro equipo, porque no me gusta perder. Si hacés eso vas a tener -tal vez- la sensación de “ganar”, pero en realidad tu derrota va a ser aún más dolorosa… es la derrota del traidor, de quien elige el “éxito” o la “aprobación de los demás” antes que la exigente fidelidad a la Verdad y al Bien.
La segunda tentación-quizá menos chocante pero igualmente indigna- es la de desertar. Abandonar el partido diciendo “no juego más, estoy cansado”… o “bajarme” del mundo que no logro entender, y refugiarme en mi soledad, firme en mis convicciones pero ausente del mundo. Pero no. Ya Platón decía en uno de sus diálogos: “Los estamos en el mundo como centinelas, en un puesto del cual no podemos huir sin permiso”, pudiendo dar ese permiso solo “los dioses”. No podés desertar, no debés desertar.
Es necesario, entonces, permanecer.
Permanecer afincado en Dios, tu Padre, y en su Palabra.
Permanecer abrazado a Cristo Resucitado, anhelando y concretando una amistad profunda con Él, permaneciendo en el cálido regazo del amor de María.
Permanecer dócil al Espíritu Santo quien, especialmente en tiempos de prueba, hablará a tu corazón, de manera incesante, poniendo en él palabras y sentimientos a la altura de las exigencias.
Permanecer FIELES a la Verdad inscrita en lo más íntimo de tu corazón y de todo corazón, revelada en las Escrituras, explicada por la Iglesia y vivida por los santos…
Permanecer alegre en la certeza de que el Bien y la Verdad triunfarán, aunque ese triunfo sea humanamente improbable, aunque el “partido” se haga largo y la “goleada” parezca aumentar minuto a minuto…
Porque -y esto es lo importante- el mal y el error sólo sirven para destruir, nunca para edificar, y porque la civilización que se quiere elaborar al margen de la Verdad y el Bien está destinada al fracaso.
Mientras tanto, SÉ FIEL, persevera, ama y perdona a todos, da testimonio, sirve, confía, habla y calla según sea prudente y elige siempre el camino de las cumbres… Da esperanza a quienes te rodean, trata a todos con cariño, mira con misericordia y a la vez proclama la verdad sin vacilaciones.
Pero, sobre todo:
Quédate en tu puesto -en tu lugar de la cancha- dándolo la vida cotidianamente, sin dudar… esperando que el Señor realice su obra, a su modo y a su tiempo.