Cuando hablamos de doctrina social de la Iglesia, nos referimos a la enseñanza y orientación de la Iglesia católica sobre las cuestiones sociales. Pero no hay uniformidad, sino una gran diversidad de expresiones en la denominación de dichas enseñanzas del magisterio de los Papas; las más utilizadas son: doctrina social de la Iglesia, doctrina social católica y enseñanza social de la Iglesia.

Con la expresión doctrina social de la Iglesia se entiende ordinariamente el conjunto de las enseñanzas sociales del magisterio, especialmente de los Papas, recogidas en importantes encíclicas dedicadas precisamente a tratar las cuestiones sociales. Aunque su inicio se considera siempre el pontificado de León XIII, conviene precisar que en su núcleo esencial la doctrina social de la Iglesia no arranca de las encíclicas sociales del siglo XIX, sino que es tan antigua como la propia Iglesia, puesto que su base principal es la revelación divina.

La Sagrada Escritura, punto de arranque de toda la ética cristiana, constituye también la primera orientación de la doctrina social. Además, posteriormente existe una reflexión muy amplia en la vida cristiana sobre los problemas sociales. Algunos momentos importantes en esta reflexión son: la patrística, la teología medieval, el siglo de oro español (Vitoria, Suárez, Molina, etc.). Cuando comienza la importante reflexión del magisterio pontificio en el siglo XIX, motivada por unos problemas sociales acuciantes, se apoya en un pensamiento y en una tradición anterior. Hoy la doctrina social de la Iglesia representa una aportación muy amplia y rica en el campo de la ética social, tanto para los creyentes como para los no-creyentes.

En el fondo, la doctrina social de la Iglesia nace del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias con los problemas de la sociedad. Se proyecta sobre los aspectos éticos de la vida, utilizando las ciencias humanas y teniendo en cuenta los aspectos técnicos de los problemas. Es, según Juan Pablo II, «la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial» (SRS 41); o, como de manera muy semejante dice Pablo VI, «la doctrina social de la Iglesia se desarrolla por una reflexión madurada al contacto con situaciones cambiantes de este mundo, bajo el impulso del Evangelio» (OA 42). Trata, pues, de interpretar las realidades sociales a la luz del Evangelio para orientar la conducta humana en consecuencia. No se trata, por tanto, de una ideología; pertenece al ámbito de la teología moral.

Esto significa reconocer que la doctrina social de la Iglesia es parte integrante de la concepción cristiana de la vida, manifestación en el campo social de la doctrina cristiana general, de su comprensión del hombre y de la sociedad. Pero la doctrina social no se identifica ni confunde tampoco con la teología o la moral. En sus fuentes, en su fundamento, en sus contenidos, en su finalidad y método presenta su índole y características propias.

Según la expresión de Sollicitudo rei socialis, la doctrina social de la Iglesia comprende un cuerpo doctrinal, es decir, un conjunto orgánico, lo cual no significa que consiste en una exposición sistemática de la vida social. Está formada por un conjunto de documentos muy diversos, pero todos están inspirados en la fe cristiana y en los principios que de ella se derivan. Está configurada por verdades de fe y también por verdades que proceden del razonamiento humano y de la observación de la realidad. Es decir, comprende ideas y principios que proceden de la fe, de la razón humana y del derecho natural. Basándose en «principios siempre válidos», llega a «juicios contingentes», porque se desarrolla en función de las circunstancias cambiantes y de la historia, y se orienta a la acción. Ofrece, en efecto, «principios de reflexión», «criterios de juicio» y «directrices de acción» (LC 72).

De una manera sintética puede definirse como el conjunto de principios, valores y orientaciones de acción fundados en la revelación y en la ley natural, expuestos y desarrollados por el magisterio de la Iglesia con la colaboración de los miembros del pueblo de Dios, atendiendo a la evolución de la vida social, con la finalidad de que la sociedad humana se estructure de acuerdo con el plan divino.