Muchas veces cuando nos enteramos de que una celebridad o un ser querido se quitó la vida, vienen preguntas como ¿qué sucede con los suicidas?, ¿qué dice la Iglesia Católica al respecto?, ¿cuál es el destino de estas personas según el Magisterio?
El Catecismo de la Iglesia Católica señala que el suicidio es un acto grave y en el numeral 2283 indica claramente que “no se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida”.
El P. Guillermo Leguía, profesor de teología moral de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima (Perú) explica que no es correcto decir que si una persona se suicida se va al infierno.
El sacerdote peruano indica que “sí es correcto decir que el acto de suicidarse es un acto que está mal, pero nadie puede hacer un juicio sobre los elementos que ocurren en el corazón de la persona que hacen que ese acto que está mal le sea plenamente imputable”.
“Nadie puede conocer o saber si el suicidio hace que la persona se vaya al infierno. Además la Iglesia no enseña eso”, precisó en 2017.
Para Mons. Fernando Chomali, Arzobispo de Concepción (Chile), experto en bioética y miembro de la Pontificia Academia para la Vida, en el caso de un suicida es necesario considerar los aspectos psicológicos y psiquiátricos, así como el hecho de que para todas las personas “la misericordia de Dios es muy grande”.
“Pienso que hay personas que llegan a un alto nivel de desesperación por la enfermedad; y puede ser que la eutanasia o el homicidio terminen siendo una ‘respuesta’ a la gran soledad que siente la persona”, comentó.
El P. Leguía dijo que “es importante distinguir entre el acto que la Iglesia enseña que está mal (suicidio) y el pecador a la que la Iglesia siempre ama con un corazón infinito y con una misericordia infinita. Y bueno, saber que a veces hay un conjunto de actos que aunque están mal no son plenamente imputables al actor”.
Un caso emblemático sobre el suicidio es el de Brittany Maynard, quien se quitó la vida el 1 de noviembre de 2014 por padecer de cáncer terminal y cuyo drama es usado para promover la eutanasia.
Sobre ese caso, el P. Leguía dijo que la mujer pudo haber estado “condicionada y sobrepasada por la experiencia del dolor, de la angustia”, lo que la llevó a “sucumbir” ante “tribulaciones y emociones mal manejadas que indudablemente aminoran la responsabilidad y la libertad”.
Sin embargo, añadió, “eso no significa que el acto no sea un acto libre, pero sí pueden haber atenuantes para su plena atribución y responsabilidad”.
De otro lado, Mons. Fernando Chomali, que publicó el 5 de noviembre de 2014 una carta pastoral sobre la eutanasia, dijo que es importante pensar “seriamente lo que puede significar una sociedad donde cada uno puede disponer de su cuerpo como si fuera una propiedad personal. La verdad es que el cuerpo no nos pertenece ya que tiene además una dimensión social y por supuesto otra sagrada que hay que considerar”.
Tras afirmar que ante casos como el de Brittany es importante el “apoyo espiritual, humano y psicológico” para que las personas no se suiciden, el Prelado afirmó que “es un camino peligroso el que emprende la sociedad al ser permisivo con la eutanasia”.
“La Iglesia Católica le dice ‘no’ a la eutanasia y al encarnizamiento terapéutico, y le dice sí a los cuidados paliativos; y sobre todo sí a mucho amor y mucho acompañamiento”, concluyó.